Convención Nacional Morenista: ruta hacía la democratización
El pasado domingo 21 de agosto se celebró en el Monumento a la Revolución la asamblea de la Segunda Convención Nacional Morenista. El marco no es menor, las elecciones en Morena estuvieron inmersas en una doble pinza, que justo para seguir avanzando en este proceso de transformación continua, es necesario descifrar.
Por un lado, la estructura partidista de Morena controlada por la cúpula decidió lanzar una convocatoria abierta a la ciudadanía, cosa que se prestaba a un manejo corporativista y clientelar, tal como finalmente sucedió en muchos rincones del país. Lo más grave es que se hizo uso de los programas sociales para tal acción, lo que ha mantenido en pie las peores prácticas del viejo régimen.
Lo más delicado es que las asambleas no fueron tal, no se permitió una discusión informada deliberada, se cercenó toda posibilidad de hacer de la democracia un proceso formativo aún más profundo. Bajo un pretexto sumamente manipulador no se permitió tal acción, se usó a la pandemia, cuando llevamos seis semanas de descenso de la actual ola, para no permitir el diálogo circular.
Quienes tuvieron los recursos económicos, burocráticos y corporativista fueron quienes se lograron colar en muchas posiciones por estos errores que no se deberían permitir en un proceso histórico como el que estamos viviendo.
El punto no es si Morena es o no un partido democrático, sino cuál es la perspectiva de democracia que se quiere construir, una participativa, organizativa y real o una democracia formalista que cumpla con los lineamientos de las instituciones creadas por el neoliberalismo como lo es el Instituto Nacional Electoral.
No es poca cosa lo que se encuentra en juego, es el futuro del movimiento social dentro del partido, que ha permitido expresar una serie de descontentos, pero que no se ha avanzado del todo en articular las necesidades de ciertos sectores que urgen ser tomados en cuenta con los liderazgos dentro del partido.
En algunos casos se ha privilegiado la propaganda por sobre la aceptación de los graves y grandes problemas que afrontamos. No es ocultando ni minimizando la realidad como Morena va a seguir en el poder, las contradicciones de la vida pública de México que son muchas deben ser analizadas y sobre todo formar propuestas para establecer un programa de trabajo de orden transexenal que logre resolverlos. Justo así elaboró su proyecto de nación el presidente López Obrador, supo recoger el descontento y lo organizó definiendo una ruta a seguir.
El descontento en varios sectores del movimiento que nutre a Morena es evidente. Es ridículo pensar que la Convención Nacional Morenista corresponde a un capricho y resentimiento de un solo personaje como lo es John Ackerman. Las descalificaciones del presidente de Morena Mario Delgado a este esfuerzo es no querer comprender que se han puesto las bases de una bifurcación que puede derivar en la derrota de la amalgama partido-movimiento. Por lo demás como acostumbraba a decir Mario Rico Galán, según cuenta Rubén Arechiga, “no se matan pulgas a cañonazos”. El hecho de formular críticas personales hacía Ackerman más bien revela que la tendencia que se busca generar es la cancelación de toda crítica. Así no funciona la disciplina, más bien se da pie al autoritarismo. Lo que revela entonces los comentarios irresponsables de Delgado es la importancia de mantener en pie la crítica política.
La Convención Nacional Morenista ha urgido a rescatar el rumbo de un proyecto de izquierda, justo cuando el Instituto Nacional de Formación Política ha querido borrar la palabra izquierda del programa de acción. Se intenta darle cauce a la fuerza que proviene no de la burocracia partidaria sino de la sociedad que necesita se profundicen y radicalicen los cambios llevados a cabo por el presidente López Obrador.
La llegada al poder del movimiento liderado por el presidente López Obrador tiene un reto enorme, él ha declarado que dejará la vida pública y política el próximo sexenio, depende de la organización, de los dictados del pueblo la ruta a seguir, y esta es clara, la democratización de México.
Preocupa, que mientras las burocracias empiezan a moverse por sus intereses inmediatos para estar ellos bien vistos por la corcholata que será destapada lo que hace falta es tener un programa de gobierno dialogado con el pueblo de México para definir el camino a seguir después de 2024. El diálogo no puede realizarse sin una organización dispuesta a mantener en el camino a pesar de sus propios e inmediatistas intereses.
Ha resultado muy aleccionador la experiencia de la Segunda Convención Nacional Morenistas, el ánimo de construcción está más sólido que nunca. Las mesas de participación estuvieron llenas con propuestas específicas, no había una línea más la que denunciar en donde se sigue estando mal, pero no sólo, las compañeras y compañeros, así como denunciaban también proponían una solución. Nadie está esperando a que le vengan a resolver el problema, requieren del apoyo del partido, del gobierno para impulsar la transformación ahí en donde ellos han empezado a realizarla. Esto es justo lo que se debe cuidar porque si esto deja de estar no habrá futuro.
La Convención cerró filas con el presidente López Obrador ante los ataques de la derecha que han arreciado y escalado. Quienes buscan en la crítica a las prácticas de la cúpula de Morena un desencanto del actual momento simplemente se equivocan. Hay una conciencia crítica enorme que apunta a mantener la esperanza.
La democracia en Morena no puede ser la misma que generó la estructura neoliberal. Forma es fondo, y si el fondo no se transforma, los mismos vicios que destruyeron al PRD carcomerán los cimientos si no se actúa pronto. Mantener esta estructura creyendo que la transformación va a triunfar sin su democratización interna no solo es ilusorio sino sumamente peligroso. No está por demostrarse la infiltración de sectores conservadores que buscan mantener sus privilegios, si encuentran la vía para apoderarse del partido no hay que dudar que lo harán.
Como se ha descrito estamos ante un proceso híbrido muy complejo, por un lado, una sociedad empujando hacía la democratización que logró obtener representación en las pasadas elecciones, los hubo quienes sufrieron de fraudes impresentables, y por el otro lado una estructura empantanada en la burocracia que puede ser muy atractiva para sectores conservadores con recursos económicos. Como médicos hay que saber sacar el bisturí para quedarse con los mejores cuadros y las mejores prácticas.
Lo que debe guiar este proceso en definitiva es la ruta hacía la democratización, de ello depende que este movimiento obradorista no termine al finalizar el sexenio. La cuarta transformación aún tiene tareas de primer orden por realizar, que sea el diálogo y el respeto lo que pueda construir de forma fraternal el porvenir. Eso, por lo menos, fue el sentir que se vivió el pasado domingo.