Consulta Popular: un movimiento social contra la impunidad

0
118

La política es un campo de choque de contradicciones. Las batallas que se eligen o lo eligen a uno no son para desaparecerlas sino para asumir la mejor forma de resolverlas y transitarlas. No siempre es posible, pero ahí radica la posibilidad de generar acuerdos para ir resolviendo el conflicto.

La Consulta Popular celebrada el primero de agosto es, y hay que decirlo a contrapelo del discurso de la derecha y de la izquierda desencantada, un logro sumamente importante a pesar de todas las dificultades a las que se enfrentó la sociedad para llevarla a cabo.

Empecemos observando algo que parece obvio pero que no está por demás decirlo, la democracia siempre está en construcción, no hay algo ya acabado en ella en nuestro sistema que nos indique que no se puede avanzar más en saber lo que la sociedad requiere, y sobre todo en el establecimiento de mecanismos para lograr concretar y resolver esa necesidad.

Partamos del hecho que la fundación del periodo neoliberal en nuestro país requirió de un fraude electoral. Darle la espalda al ejercicio de la democracia fue fundamental para lo que vendría después con el despojo de los bienes públicos de la nación para trasladarlos a manos de privados. Una reducida cúpula política impuso esta trayectoria a partir de la represión política selectiva, tal fue el caso por solo citar un ejemplo de los asesinatos de líderes sociales que se atrevieron a construir desde el PRD una alternativa.

De hecho, para los neoliberales el problema de la caída del partido de Estado se iba resolviendo a través de las concertacesiones entre el PRI y el PAN, que intentaron construir un sistema bipartidista similar al de los Estados Unidos, pero se les atravesó el movimiento social y fracasaron.

Recordar esto es de primer orden, justo porque lo que está en juego en cada elección o en cada ejercicio ciudadano es la capacidad para la organización, no solo en el terreno de la estructura electoral, que es necesaria para ganar elecciones, pero completamente insuficiente para hacerlas valer. Justo como pasó en el 2006. La capacidad de maniobra de la clase política apátrida neoliberal logró detener al movimiento social y profundizar la venta de los recursos naturales estratégicos a manos de privados violando la constitución. Es decir, en la correlación de fuerzas el sector conservador no se ha caracterizado por respetar la aplicación de la ley.

El INE es una estructura que por sí sola no garantiza la democracia, para que esta exista la sociedad organizada debe presionar para que la voluntad popular se cumpla. En esta Consulta Popular fue patético volver a observar prácticas del viejo sistema priista del siglo XX como por ejemplo el ratón loco: el cambio de mesas receptoras de último momento, la falta de información para saber su ubicación exacta.

Solo se instalaron el 30 % de las casillas que se colocaron en la elección de junio, y hay que sumar que las personas en tránsito y los mexicanos que viven en el extranjero no pudieron expresarse. El propio legislativo movió la fecha de la Consulta Popular para que esta no se empalmara con la elección federal tal como estaba previsto en la Constitución. Hay que tenerlo claro, el viejo sistema político impidió un ejercicio más amplio con todo y sus aliados dentro de Morena.

A eso hay que agregarle la campaña electoral presidencial en curso del consejero Lorenzo Córdova, que utilizó esta consulta para congraciarse con el sector más conservador del país y así buscar su venía para 2024, desde aquí se puede entender el por qué sus ganas de interpretar la pregunta más allá para darle un significado diferente al planteado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, y que a pesar de todo la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó llevar a cabo.

Y con todo que intentaron que la organización social no triunfara, la derecha del país sufrió un descalabro importante, y es que el movimiento social pudo expresarse y abrió el camino para una agenda política desde la izquierda para la exigencia de justicia.

El arribo de López Obrador a la presidencia fue gracias a un movimiento social que en su gran mayoría expresó un rechazo contundente a las políticas corruptas de sus antecesores, y aglutinó a un sector nacionalista nada menor, se abrió pues un frente dentro de la sociedad que fue acompañado por la izquierda, pero en la que esta no fue hegemónica en sus cuadros, aunque sí en buena parte del programa de transformación.

El compromiso con saldar cuentas con el pasado es clave para abrir camino en el futuro de una sociedad que se ha tenido que enfrentar al horror de la necropolítica, una política basada en el terror para llevar a cabo una acumulación económica por desposesión en donde se entrelaza la clase política y el narco, y que tuvo como epicentro la falta de democracia y justicia.

Los resultados de la Consulta Popular muestran a un sector de la sociedad que ha elegido movilizarse, y que lo ha hecho además con una madurez política estratégica, no se ha sumado al llamado del presidente de la república por una política de punto final, sino que exige una verdadera rendición de cuentas con las acciones de los actores políticos en el pasado.

El nivel de concientización alcanzado dentro de un amplio sector muestra que la izquierda social, que incluso puede estar o no estar de acuerdo con la lucha electoral, ha podido crecer en este proceso. Eso es un triunfo a todas luces en medio de operaciones un día sí y otro también para llevar a cabo un golpe blando.

El juicio a los expresidentes ya es una demanda y una bandera del movimiento social que desestabiliza incluso cualquier acuerdo de impunidad que quisiera aplicar algunos sectores dentro de Morena. El presidente López Obrador debe ser consiente que la derecha no perdona y eso se ha demostrado a lo largo y ancho de América Latina. Su gobierno tendrá que darle una salida a la demanda de justicia y combate de la impunidad.

La derecha no ha desperdiciado el tiempo, el resultado los ha espantado, un núcleo duro de la izquierda social se movilizó a pesar de todo, y los ha rebasado en términos numéricos respecto de la anterior elección federal en donde tuvieron recursos económicos para movilizar a sus cuadros. No es poca cosa, por ello su urgencia por decretar en todos los medios de comunicación que el ejercicio fue un fracaso.

Toca al movimiento social darle forma a la organización, y esta pasa por ir más allá de las luchas intestinas de poder en Morena, si el partido no puede asumir las demandas de justicia y repudio a la impunidad, el propio movimiento social debe tener la fuerza para democratizarlo, de no ser así porque su cúpula se niega hacerlo, las opciones para construir una alternativa desde la izquierda están puestas. Esto es abono para una lucha social de larga duración, aquí hay una incipiente organización que debe traducirse en apostar por recuperar lo despojado durante el periodo neoliberal y reconstruir una sociedad que no esté basada en el terror.

Hay condiciones para hacerlo.