Completamente rebasados

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Foto: Ibero

Es una obviedad decir que el Covid-19 tomó por sorpresa al mundo y lo puso de rodillas en un abrir y cerrar de ojos. De la misma manera espantosa con que paraliza y asfixia al aparato respiratorio humano, así paralizó la economía, la actividad y el crecimiento. Atenazó al planeta entero con las heladas pinzas del miedo. Ciudadanos, instituciones y gobiernos reaccionamos tarde y mal.

La pandemia truncó proyectos políticos, carreras, planes de negocios; quebró empresas, descarriló economías y mandó a millones al desempleo y a la pobreza. Hoy, a poco más de medio año de su aparición es justo decir que ha cambiado el rostro del mundo para siempre. Algunos países la gestionaron con cierto éxito; en otros se cebó y los hizo garras; en algunos ya pasó o está pasando (como China, su tierra natal) y en otros aún continúa ensañándose. México, entre ellos.

Para darnos una idea de cómo está manejando nuestro país la crisis, hay un dato muy revelador: En el séptimo lugar de contagios a nivel mundial, México reporta, hasta el día de ayer, 349 mil 396 casos positivos, seguido de Chile, con 333 mil 029. Una diferencia de apenas unos 26 mil casos; pero cuando observamos el número de muertos en ambos países tenemos que en México han fallecido 39 mil 485 personas, mientras que en Chile han muerto 8,633. Una enorme diferencia, casi del 500% en la proporción de muertos entre uno y otro país.

¿A qué se debe esto? Un factor pueden ser las comorbilidades del pueblo mexicano, afectó a la comida chatarra, a los refrescos, a las grasas, con una enorme cantidad de gente en pobreza y, por ello, con una pésima alimentación; de ahí se derivan males como la diabetes, la obesidad y hasta la tensión arterial alta.

Otro factor es el deficiente estado del sistema de salud. Antes de la pandemia sabíamos que instituciones como el Seguro Social o el ISSSTE eran insuficientes; se extendió la idea de que sus médicos sólo recetaban paracetamol y que unos estudios o análisis se tardaban tanto en ser programados que más valía hacérselos por fuera, so riesgo de morir en el tiempo de espera. Otro factor relacionado con los anteriores es el bajo nivel de escolaridad de gran parte de la población, la renuencia a informarse, la proclividad a los remedios caseros, el escepticismo irracional y la superchería.

Y renglón aparte merece el papel del gobierno. Dicen que las palabras convencen pero el ejemplo arrastra. Y en ambos casos el desempeño del presidente de México ha sido lamentable. Desde sus invitaciones verbales a salir, a abrazarse; sus declaraciones de que no se trataba de una enfermedad peligrosa, su falso triunfalismo y su renuencia a seguir los protocolos, como el uso de la mascarilla o de gel antibacterial, además de otras torpezas no sólo en el ámbito de la salud sino también en el de la economía (carencia de un programa eficaz de rescate, similar al que han puesto en marcha varias naciones del mundo; carencia de un respaldo sólido a los medianos y pequeños empresarios mexicanos, falta de visión para promover la inversión productiva, o más aún, ahuyentarla)… estos y varios factores más explican por qué nuestro país está sufriendo este moridero triste y trágico.

El reto que viene es igual de colosal: el rediseño de nuestra sociedad para adaptarla al nuevo mundo. Se dice que si todo sale bien la recuperación podría tardar hasta diez años. Los rubros que deben de revisarse desde ya son, por supuesto, la salud, la educación, el transporte, el desarrollo urbano, el turismo, la digitalización y muchos más. Tendremos que aspirar a ser como esos países que resurgen de sus cenizas más fortalecidos y poderosos pues, al igual que en su momento a Japón, la combinación actual de factores; en nuestro caso, la crisis, la pandemia y la cuarta transformación se convirtieron en la tormenta perfecta. Que todos estemos aquí cuando llegue la calma.