¿Cómo es ser voluntario en pruebas de vacuna producida en México?

0
100

Pablo Andrés Berra (55) es uno de los 2.020 voluntarios de Sudáfrica que se ofrecieron a recibir la vacuna que desarrolla la Universidad de Oxford para generar anticuerpos y prevenir el covid-19. Si se obtienen buenos resultados, este medicamento se producirá en masa desde Argentina y México para toda América Latina —excepto Brasil—, gracias a los acuerdos alcanzados entre el sector privado y ambos Gobiernos.

El argentino cuenta los síntomas que tuvo tras recibir la primera dosis, relata cómo avanza el proceso y suma algunas pistas sobre cuándo podría estar lista la vacuna, importante para intentar volver a la normalidad. 

El 20 de julio recibió la primera inyección, y al cabo de 50 horas aparecieron las sensaciones de frío y los dolores musculares, pero esas molestias solo duraron una noche. De hecho, fueron síntomas comunes, que también tuvieron otros participantes de la prueba. Rápidamente, su cuerpo volvió a un estado óptimo: “Estoy muy bien”, confirma el entrevistado. 

Para este valioso experimento, los organizadores dividieron a los candidatos en dos grupos de 1.010 personas cada uno: una mitad recibió la vacuna, y la otra un placebo “de agua con sal”. El detalle es que a ningún voluntario le informaron previamente si recibiría la dosis medicinal. “Después van viendo la evolución de los dos grupos. Entonces, de acuerdo a cómo reacciona el grupo que tiene la vacuna, recién ahí es factible la aprobación”, cuenta Berra. 

Así, lo único que sabía Pablo es que, quienes hayan sido inyectados con la dosis real, luego serían avisados para recibir una segunda aplicación: “Cuando me llamaron comprobé que tengo la vacuna verdadera, si no, no me hubieran llamado para darme otro placebo”, razona el hombre nacido en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. La próxima cita será el 17 de agosto, y el objetivo es que, con esta reiteración, se obtenga el 100 % de la inmunidad. 

El nombre exacto de esta inyección es Chadox1, un juego de palabras entre “chimpancé”, “adenovirus” y “Oxford”. Esto se explica porque su componente principal se basa en un tipo de virus que está presente en ese animal, produciendo un efecto leve en los humanos.

“Feliz de ser parte de esta experiencia”

Berra no percibe ninguna paga por recibir las inyecciones. Su única retribución es la satisfacción de ayudar a la humanidad en un momento de emergencia global: “Estoy feliz de ser parte de esta experiencia”, resume. Igualmente, si todo sale bien, podría continuar con su vida sin temer al virus que paralizó al planeta durante varios meses. Al respecto, es “muy optimista”, porque “los resultados que van apareciendo son excelentes”. 

Aquel hombre vive en Sudáfrica hace 12 años, con su compañera, a quien conoció en un viaje por Israel. Ambos tienen una chacra en una zona rural, a una hora de Johannesburgo, y también dirigen una escuela, que permanece cerrada por la pandemia.

“Acá hubo una convocatoria por los medios de comunicación. Estaba viendo televisión y justo le hicieron un reportaje a una de las doctoras, donde pedían voluntarios. Figuraba un correo electrónico en la pantalla. Ahí nomás les escribí y diez minutos después me llamaron de dos centros de vacunación”, relata.