Hace cien años se formó la Isla del Rio Cuale; ahí sesionó Ayuntamiento para conmemorarlo

El alcalde Luis Munguía destacó la importancia de esta formación natural que transformó la vida cultural y social de Puerto Vallarta
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La emblemática Isla del Río Cuale celebró el centenario de su formación, originada por la crecida que provocó un ciclón la madrugada del 25 de octubre de 1925. Hoy, convertida en un paseo turístico y corredor artístico —lamentablemente invadido por comerciantes—, fue sede de una sesión solemne del Ayuntamiento de Puerto Vallarta para conmemorar el histórico momento. El acto se realizó en la explanada frente al Auditorio e Instituto Vallartense de Cultura.

Como es costumbre, el presidente municipal, Luis Ernesto Munguía González llegó con una hora de retraso. A las 10:00 de la mañana inició la sesión con la presencia de 14 munícipes; solo faltaron las regidoras Marcia Bañuelos y Magdalena Urbina. Se rindieron honores a la Bandera, con la escolta y banda de guerra de la 41 Zona Militar. Después, el alcalde dirigió un mensaje alusivo al primer siglo de la Isla del Cuale, llamada anteriormente Isla de Santa Clara e Isla de los Niños. Señaló que la celebración es un momento de orgullo y reflexión, no solo sobre la historia de esta isla, sino también sobre el compromiso de todos con su conservación y desarrollo.

Recordó que la Isla del Río Cuale es un espacio de encuentro y un centro vital para la comunidad. Su rica biodiversidad y su belleza natural han sido testigos de la evolución de Puerto Vallarta: “Transformándose en un símbolo de nuestra identidad cultural y social. A lo largo de estos 100 años, esta isla ha sido el hogar de innumerables historias, tradiciones y costumbres que nos definen como vallartenses”.

El primer edil reconoció a “quienes han contribuido, a lo largo de los años, a la conservación y protección de la Isla del Río Cuale. Desde los ciudadanos que han participado en voluntariados, hasta las organizaciones que han luchado incansablemente por salvaguardar nuestro patrimonio natural. Su dedicación a este espacio ha sido fundamental para que hoy podamos celebrarlo. Por ello, en este centenario, renovamos nuestro compromiso de cuidar la Isla del Río Cuale”.

El arquitecto Munguía González exhortó a trabajar juntos para garantizar que las futuras generaciones puedan disfrutar de este patrimonio natural, que —advirtió— no solo es un recurso turístico, sino una parte integral de la historia y cultura de Puerto Vallarta. Además, anunció un proyecto integral para seguir impulsando y renovando la isla de manera ordenada y respetuosa, en coordinación con autoridades estatales y federales.

Reiteró: “Hoy celebramos el pasado, pero también miramos hacia el futuro con esperanza y convicción. Que la Isla del Río Cuale siga siendo un símbolo de unidad, identidad y belleza, un lugar donde la cultura, la naturaleza y la comunidad se conjugan para crear un Puerto Vallarta más fuerte”.

Huella de un ciclón, hoy un oasis en el centro de Puerto Vallarta

El representante del cronista de la ciudad, Moisés Hernández, leyó una semblanza histórica: “En el corazón de Puerto Vallarta, el río Cuale decidió un día dividir su curso y, al hacerlo, dio forma a una isla y a una unión. Separó las orillas, pero acercó a su gente”.

Ubicada en el centro mismo de la ciudad, la Isla del Río Cuale representa desde entonces un punto donde se entrelazan la naturaleza, la memoria y la vida vallartense: “Un espacio donde la sierra se encuentra con el mar, donde el pasado dialoga con el porvenir, y donde la comunidad vallartense ha comprendido que su destino fluye junto al río, sostenido por la fuerza y la unidad de su gente”.

Explicó que su origen no responde a la planeación humana, sino al propio curso de la naturaleza y a la capacidad de adaptación con que los vallartenses han sabido habitar y reconciliarse con su entorno. En 1922, el plano del Proyecto de Ensanche —del entonces recién creado municipio de Puerto Vallarta— elaborado por el ingeniero ítalo-tapatío Ángel Corsi, ya mostraba islotes y bifurcaciones del Cuale a poca distancia de su desembocadura.

La noche del 24 al 25 de octubre de 1925, un ciclón azotó la costa de Jalisco y la zona serrana de la región con una fuerza que la memoria de los habitantes del viejo Vallarta dejó ampliamente registrada: techumbres arrancadas, plantaciones arrasadas, caminos intransitables, inundaciones y desolación; familias enteras sin hogar. A partir de entonces, el río acumuló sedimentos y bancos de arena, bifurcó su corriente y, con el paso de los años, consolidó paulatinamente la isla. Así lo confirman los testimonios de Josefina Cortés Lugo, Catalina Montes de Oca y Manuel Andrade Beltrán, entre otros cronistas y testigos.

El análisis conjunto de estos relatos, junto con los registros hemerográficos y documentales del periodo, permite establecer con claridad que la formación de la Isla del Río Cuale fue consecuencia directa del ciclón del 24 de octubre de 1925, fenómeno que catalizó un proceso natural ya insinuado por la dinámica del cauce.

Moisés Hernández indicó que durante décadas la ribera fue sitio de trabajo y vecindad: lavaderos, huertos y los primeros puentes peatonales improvisados que unían las orillas. Con el crecimiento urbano, llegaron las obras de protección y nuevas infraestructuras que transformaron la forma de cruzar el cauce —el Puente Juárez en 1959 y el segundo puente en los años setenta—; y con ellas, una apuesta por recuperar la isla como espacio público: parque infantil, Museo del Cuale, Escuela de Música, galerías y mercado artesanal.

La isla devino paseo, aula y foro, sin dejar de ser río. La Isla del Cuale es un oasis ribereño: entre guamúchiles, parotas, higueras, bambúes y mangos, se asolean iguanas y anidan aves; incluso en el siglo XXI se han registrado nutrias tropicales en la desembocadura.

Ese corredor verde presta servicios ambientales esenciales: sombra, microclima, sujeción de suelos y refugio de fauna. Y, sobre todo, nos recuerda que la naturaleza no es un adorno de la ciudad, sino su cimiento.

Hernández destacó que la Isla del Río Cuale no es un simple espacio recreativo ni un atractivo turístico más: es un capítulo vivo de la historia natural de Puerto Vallarta, un aula abierta donde la ciudad ha aprendido, una y otra vez, que el territorio se transforma y que la fortaleza de la comunidad radica en mantener viva su memoria e identidad.

Al final de la ceremonia, las autoridades develaron una placa conmemorativa en uno de los pilares de los corredores culturales.

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Miguel González Guerra