China desconfía de México y retira probable inversión de BYD en planta automotriz

Preocupaciones por fuga de tecnología a Estados Unidos frenan el proyecto; aranceles de Washington refuerzan la decisión y Brasil se queda con la primera planta fuera de Asia, no sin escándalo laboral
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Auto de BYD rojo, la automotriz china

BYD, la automotriz china que ya superó a Tesla en ventas globales de vehículos eléctricos, ha decidido suspender de manera indefinida su ambicioso proyecto para instalar una planta en México. Aunque inicialmente se había interpretado como un movimiento condicionado por los cambios en la política comercial de Estados Unidos, fuentes cercanas al entorno empresarial y diplomático chino han revelado que el motivo principal detrás de la decisión es la desconfianza del gobierno de China ante una posible fuga de información tecnológica estratégica hacia el vecino del norte.

En marzo de este año, el Ministerio de Comercio chino bloqueó el permiso que necesitaba BYD para realizar inversiones directas en México. La razón: la alta probabilidad de que Estados Unidos, a través del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y otras vías de supervisión industrial y regulatoria, tuviera acceso a desarrollos tecnológicos clave de la marca, considerada una pieza fundamental en la estrategia de movilidad eléctrica de China. La propia vicepresidenta ejecutiva de BYD, Stella Li, confirmó recientemente que “el entorno geopolítico es demasiado incierto como para comprometerse con una operación de ese tamaño en este momento”.

Así, lo que hasta hace unos meses era un anuncio casi inminente —una planta con capacidad inicial para producir 150 mil autos eléctricos al año, con la posibilidad de duplicar esa cifra y generar hasta 10 mil empleos directos en territorio mexicano— ha quedado en el aire. La automotriz ya había iniciado la búsqueda de terrenos en tres estados del país, y desde 2023 había intensificado reuniones con funcionarios y actores del sector energético y automotriz en México.

A pesar de ello, el proceso nunca alcanzó la formalidad suficiente. En noviembre pasado, Claudia Sheinbaum, en ese entonces presidenta electa, declaró que “no había ninguna oferta oficial de inversión” por parte de la firma china. Dicha declaración, que en su momento pareció un acto de prudencia política, hoy adquiere otro matiz: el proyecto quizá nunca tuvo el aval de Pekín.

En un contexto en que la tensión entre Estados Unidos y China se ha incrementado en temas comerciales, tecnológicos y diplomáticos, el gobierno chino ha comenzado a restringir las inversiones de sus principales empresas estratégicas en países donde pudiera haber riesgo de transferencia no autorizada de información clave. México, por su posición geográfica y su estrecha relación económica con Washington, quedó en una zona de sombra.

Los aranceles impuestos por el expresidente Donald Trump y aún vigentes sobre ciertos productos automotrices, sumados a la posibilidad de nuevas sanciones en caso de su eventual regreso a la Casa Blanca, terminaron de desincentivar a BYD. “En un entorno donde un día se aplican aranceles y al siguiente se eliminan, y donde las reglas del juego cambian según el humor político, no se puede planear una inversión de miles de millones de dólares”, dijo un directivo de la firma bajo condición de anonimato.

En contraste, Brasil sí logró concretar un acuerdo con la firma china. El pasado mes de julio, BYD inauguró en el estado de Bahía su primera planta fuera de Asia, también con una capacidad inicial de 150 mil unidades por año. El proyecto fue celebrado como un hito por el gobierno del presidente Lula da Silva y por las autoridades locales, que ven en BYD un motor clave para reposicionar a Brasil como actor industrial global.

Sin embargo, la historia brasileña también tiene su lado oscuro. En mayo pasado, fiscales laborales del país demandaron a BYD por haber permitido condiciones laborales “análogas a la esclavitud” en la construcción de su planta en Camaçari. Según reportes de la prensa local e internacional, al menos 163 trabajadores de origen chino fueron hallados viviendo en alojamientos precarios, sin contrato, sin condiciones mínimas de seguridad y sometidos a jornadas extenuantes. La fiscalía exigió una compensación de más de 250 millones de reales (casi 50 millones de dólares) por los daños causados, mientras la empresa respondió reubicando a los trabajadores en hoteles y anunciando una auditoría a sus contratistas.

La paradoja es evidente: mientras México se queda sin una inversión de gran escala por preocupaciones tecnológicas y comerciales, Brasil asume el liderazgo regional en producción de autos eléctricos con una empresa que exportó no solo su tecnología, sino también sus prácticas laborales cuestionables.

En un escenario global donde la geopolítica condiciona las decisiones empresariales, México comienza a pagar el precio de estar demasiado cerca de Estados Unidos y, al mismo tiempo, no lograr convencer a China de que puede ser un socio confiable. La planta de BYD ya no llegará y, con ella, se esfuma otra promesa de modernización industrial que parecía al alcance de la mano.

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Hugo Lynn