Tras protestas cerró bar frente a templo Santa Cruz

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El polémico bar Candy, que abrió sus puertas a finales del año pasado frente al templo de la Santa Cruz, después de protestas en su contra por funcionar como centro nocturno y clausuras temporales anunció en sus redes sociales el cierre de sus operaciones, sin especificar las razones; solamente hicieron un recuento de sus trámites y protestas encabezadas por el sacerdote, católicos y junta vecinal.

Cabe recordar que los vecinos y feligreses se opusieron al cierre de un centro nocturno frente a un centro religioso y de culto; pidieron a las autoridades hacer cumplir el reglamento que lo prohíbe, y que sólo operarán como restaurante bar, pues así era su licencia.

Desde hace más de una semana el lugar ya no abrió sus puertas, y el sacerdote bajó la lona instalada en la calle, manifestando su desacuerdo al bar alternativo. Entrevistado al respecto, señaló que hace tiempo habían parado sus marchas y reuniones de protesta, al ver la desatención del alcalde en turno, Arturo Dávalos. 

“En realidad la lucha no duró mucho tiempo, porque ya cuando vinieron las autoridades, a los días que había abierto el bar, ellos  nos dijeron que sí procedía, porque tenían el mismo giro, etcétera, entonces dejamos ya de hacer manifestaciones, lo último que hicimos fue orar”, explicó.

El clérigo consideró que cerraron porque no tuvieron los clientes que esperaban: “En ocasiones me tocó ver que entraba poca gente”.

En su comunicado los empresarios del bar reiteran que cumplían con todas las regulaciones de la ciudad. Y acusan al padre Salazar de enviar a una mujer en ocasiones regulares para comer y tomar fotografías y tratar de encontrar violaciones. “La gente también pasaba junto al portero y le decía las cosas más viles y discriminatorias. Sorprendentemente, la mayoría eran “damas cristianas mayores”, acusaron en su escrito, lo que fue negado por el sacerdote.

“Yo me resisto a creer que así sea, porque nuestra mentalidad no es esa. Incluso cuando estuvieron aquí las autoridades, cuando hubo un pequeño brote de rechazo, yo invité a la gente; calmados por favor, nuestras armas son la verdad y la justicia”, aclaró. 

Ahora que quedó vacío el local, el presbítero advirtió que estarán pendientes de que no vuelvan a rentarlo para otro centro nocturno o cabaret y se respete al giro anterior de restaurante-bar.

Miguel González Guerra