Cámaras Empresariales, cómplices de la destrucción nacional con AMLO
En el México de despedida del sexenio 2018-2024, el país sigue cargando con las cicatrices de una gestión que desmanteló instituciones, desbordó la corrupción y dejó a millones de mexicanos en la incertidumbre económica.
Sin embargo, uno de los aspectos más desoladores de este panorama ha sido el silencio cómplice de las cámaras empresariales.
La apatía con la que estas organizaciones han respondido ante el daño irreversible causado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es, por decir lo menos, alarmante.
A lo largo de su mandato, López Obrador implementó políticas que minaron la confianza internacional en México, promovieron una centralización extrema del poder y desplazaron la libre competencia con medidas populistas.
La cancelación del aeropuerto de Texcoco, el desastre de la reforma energética, las promesas incumplidas de bienestar social, y la devastadora gestión de la pandemia de COVID-19, son solo algunos de los ejemplos más evidentes de una gestión que, lejos de mejorar la vida de los mexicanos, sembró caos e incertidumbre.
Pero lo peor de todo ha sido la ausencia de una voz crítica firme desde las cámaras empresariales. Estas entidades, que históricamente han sido un contrapeso en el sistema político mexicano, optaron por una cómoda indiferencia ante los desmanes de la administración obradorista.
No hubo protestas firmes, no hubo denuncias contundentes, ni se alzaron con la fuerza que una democracia sana necesita ante un gobierno que desmantelaba instituciones y socavaba los derechos empresariales.
Es imperdonable que las voces de los líderes empresariales, aquellos que representan los intereses económicos de millones de trabajadores y ciudadanos, se hayan mantenido en silencio cuando el gobierno de López Obrador promovía una política de desdén hacia el sector privado, privilegiando su ideología sobre el bienestar económico del país.
La omisión de estas organizaciones ante los continuos ataques a la inversión privada y los constantes intentos de politización de la economía solo ha servido para agravar la crisis estructural que hoy se enfrenta.
Lo peor de esta pasividad empresarial es que no se puede alegar falta de información o desconocimiento de los daños.
Las cámaras empresariales, al estar en el corazón de la economía nacional, conocen de sobra las políticas que afectan el mercado, los empleos y la estabilidad económica. Sin embargo, prefirieron, en muchos casos, dialogar desde las sombras, mantener su relación con el gobierno para preservar ciertos beneficios inmediatos, mientras el país se hundía más y más en su declive.
El sector empresarial no puede seguir mirando hacia otro lado mientras el país se desangra. Su inacción frente a la destrucción sistemática de las bases del Estado de Derecho, la corrupción y el despilfarro público ha sido un factor determinante en la perpetuación de la crisis que México vive hoy.
Lo que se necesita es una reacción firme, sin ambigüedades, que exija rendición de cuentas, que se comprometa con la transparencia y que promueva la restauración de los principios democráticos que fueron socavados durante el gobierno de López Obrador.
Es hora de que las cámaras empresariales asuman su responsabilidad y se conviertan en un verdadero contrapeso ante el poder político. México necesita un sector privado que no solo sea preocupado por la rentabilidad inmediata, sino por el bienestar colectivo, por el desarrollo sostenible y, sobre todo, por un país que respete sus instituciones y su democracia.
El futuro de México está en juego. Y el silencio de las cámaras empresariales no solo ha sido una traición a los intereses económicos de sus representados, sino también una traición a la nación misma.