Baja California será en el futuro una isla

El mapa de México no será siempre como lo conocemos. La Península de Baja California, con su desierto, mares turquesa y cordilleras rocosas, está emprendiendo un viaje silencioso hacia el norte. Avanza apenas unos centímetros cada año, pero su destino final es claro: convertirse en una Isla.
La ciencia explica lo que a simple vista parece inmutable. De acuerdo con geólogos de la UNAM, este fragmento de tierra pertenece a la Placa del Pacífico, que se desliza lentamente en dirección opuesta a la Placa Norteamericana. La línea de fractura que las divide es la famosa Falla de San Andrés, un sistema geológico capaz de provocar sismos devastadores, pero también de redibujar los límites del planeta.
El movimiento es tan pausado que resulta difícil imaginarlo. Desde que Hernán Cortés llegó a México en 1519, la península se ha desplazado unos 24 metros hacia el noroeste. Puede parecer poco, pero en la escala del tiempo geológico es una prueba contundente de que nada en la Tierra permanece quieto.
Los especialistas calculan que, en un millón de años, Baja California habrá recorrido alrededor de 40 kilómetros. Si el rumbo no cambia, la península podría acercarse a Alaska y, en el camino, abrir un nuevo océano. El escenario suena lejano, pero responde al mismo principio que hace millones de años dividió a Pangea y dio forma a los continentes actuales: la Tectónica de placas.
Sin embargo, no todo es tan predecible. Un gran terremoto en la Falla de San Andrés o el incremento del nivel del mar por el cambio climático podrían acelerar el proceso. La naturaleza guarda sus propios ritmos y, en ocasiones, sorprende con cambios drásticos.
La península, hoy unida al continente, es un ejemplo visible del poder de las placas tectónicas, esas enormes piezas de roca que encajan como un rompecabezas bajo nuestros pies. Su choque, fricción y desplazamiento explican tanto la creación de montañas como la apertura de océanos.
Mientras tanto, Baja California sigue siendo el escenario de playas, valles y desiertos, donde los habitantes no perciben este lento movimiento. Pero bajo el suelo, la fuerza geológica que la impulsa hacia su destino no descansa.