Algunos apuntes sobre el informe del presidente

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El pasado primero de septiembre, en el marco del Cuarto Informe de Gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador puntualizó varios elementos que habría que prestar atención, sobre todo por estar a dos años de abandonar el poder, y que en buena medida los grupos en torno a él empiezan a reconfigurarse en la disputa por la candidatura presidencial. 
 
Lo que está claro es que la desigualdad ha crecido exponencialmente en esta pandemia, la pobreza en términos reales ha aumentado. Esto en efecto, no es un fenómeno nada más en México, sino mundial. Por eso de manera muy inteligente el presidente coloca como punto inicial de su discurso que, si bien la economía mundial se encuentra en crisis, recuperar la rectoría del Estado ha sido un acierto. 
 
La forma en cómo aborda este proceso da muestra del balance que se encuentra en Palacio. Al Estado lo desmantelaron para privilegiar grandes negocios privados, es decir, la corrupción fue factor clave para amasar grandes fortunas. El proceso de acumulación por desposesión en México generó anomalías impresionantes como la que bien describe David Harvey a la hora de poner a Carlos Slim como el ejemplo perfecto de cómo se despoja de lo público a la sociedad con el neoliberalismo para privilegiar lo privado, esto lo llevó al top de la lista de Forbes a nivel mundial.  
 
El simple hecho de devolverle al Estado su capacidad para cobrar impuestos, y aquí hay que enfatizar, devolverle la capacidad, porque ni siquiera han sido nuevos impuestos los que se han puesto en juego. El debilitamiento de la estructura hacendaria, y su recuperación ha dado la posibilidad de enderezar la recaudación, y ya por hacer esto ha enfrentado presiones muy fuertes, hay que tener la visión para entender que nuevos impuestos progresivos serán resistidos con mucha más fuerza por la clase empresarial mexicana.  
 
Recuperar la recaudación, y cortar los negocios privados a través de la corrupción en términos generales fue positivo, pero no suficiente. De hecho, hay un reconocimiento implícito de que la corrupción en términos particulares no se ha ido, pero su magnitud ya no corresponde a un proyecto de despojo. La otra parte que compensa a este proceso son los programas de transferencia económica que avanzan en la desmercantificación de la sociedad. 
 
Los programas sociales han sido fundamentales a la hora de enfrentar la crisis actual, sobre todo porque han podido resistir el proceso de estanflación en el que la economía mundial ha entrado. Tan sólo la inflación ha llegado al 8.2 por ciento, y si el presidente no hubiera tomado la decisión de dar un subsidio a los combustibles esta hubiera llegado al 14 por ciento. Aunque el salario en términos reales no ha bajado, y esto ya es un acierto, hay que decir también que la recuperación del poder adquisitivo está muy lejos del tamaño de la agresión que sufrió durante más de 30 años.  
 
Y aquí viene una respuesta clara por parte del presidente, no existe una plataforma industrial en México que pueda lograr esto. La pulverización de la industria nacional pública y privada ha tenido consecuencias serias, la subordinación de ser mero capital comercial del capital industrial americano ha traído consecuencias deplorables en términos de desarrollo para las comunidades más abandonadas del país. El motor de desarrollo durante el periodo del desarrollo estabilizador fue precisamente el sector energético, que a la llegada del gobierno este se encontraba en vías de venta al mejor postor.  
 
El sector energético cumple una función estratégica para intentar reactivar la industria nacional, especialmente en el sur, se hablan ya de construcción de gasoductos y de corredores industriales, mismos que hasta el momento no se han consolidado, pero se ha hecho todo lo posible para generar condiciones para poder atraerlos. No ha sido fácil y esto habla de la complejísima relación que se mantiene con Estados Unidos, la dependencia a su industria en medio de la guerra comercial que mantiene con China ha impedido en primer lugar desarrollar capitales mexicanos anclados a los procesos industriales. Lo que vulnera en buena parte de la soberanía nacional, no se produce lo que se necesita dentro de nuestras fronteras.  
 
La inversión pública ha estado ahí para compensar estas grandes deficiencias, mientras el capital privado en México estaba acostumbrado a comprar activos de gobierno las inversiones privadas no dejaron de fluir, pero cuando se les solicitó inversión en infraestructura esta se ha detenido, y es que la tasa de ganancias no le son tan atractivas como las consolidadas por la corrupción.  
 
La crisis de sobre financiamiento que han padecido en otras partes del mundo, en México las grandes tasas de intereses y comisiones colocadas a los consumidores han servido para compensar a los grandes bancos que tienen sede fuera del país, y que una vez que las ganancias se realizan estas son sustraídas hacía el extranjero, no se utilizan las ganancias bancarias para invertir en la nación. Y aunque esto no se ha regulado por diversas presiones, el avance del banco del bienestar es un paso pequeño, pero en la dirección correcta. Urge darles condiciones a los consumidores para reactivar tanto la producción a pequeña escala como el consumo familiar sin las grandes tasas que tienen que pagar para llegar a fin de quincena.  
 
Reactivar el campo es una tarea titánica, que lamentablemente lleva mucho más tiempo que un solo sexenio, no existe la posibilidad de recuperar la capacidad agrícola de forma acelerada, y esto es un tema que debe generar extrema preocupación. Con todo y los esfuerzos de este gobierno este año apenas se ha crecido en este sector 2.3 por cierto, lo que habla de la dependencia alimentaria que seguimos manteniendo hacía Estados Unidos. Esto muestra que mientras los subsidios directos no lleguen al campo, este no podrá recuperarse del ataque que sufrió en gobierno neoliberales. La entrega de fertilizantes apoya en esta labor, pero deben redoblarse los esfuerzos.  
 
Los demás elementos que ha colocado sobre la mesa el presidente son los educación y salud. En donde está claro que lo que se ha hecho es intentar enderezar un barco que habían hundido en la corrupción y el olvido, y que con la crisis pandémica se generó un estrés dentro de estas estructuras que ha impactado directamente en la clase trabajadora que ha sostenido este proceso. Los que más conocen sobre el tema han alertado que justo la pandemia generó que el gobierno no pudiera establecer programas claros y de contra tendencia a los que el neoliberalismo impuso. No hay planes alternativos completos porque se tuvo que actuar de forma rápida para evitar el colapso, este es un pendiente que debe trabajarse con mayor dedicación el próximo sexenio, un programa histórico de recuperación de la educación y la salud pública.  
 
El tema de la seguridad es un tema aparte, ahí las presiones tanto desde el exterior, las redes de complicidad financiera en el mercado mundial, la necropolítica que manda en ciertos sectores adentro y fuera del ejército, la economía criminal que está muy bien asentada en la economía legal forma una amalgama de intereses muy poderosos que son justamente el talón de Aquiles del Estado mexicano en su conjunto, no sólo de este gobierno.  
 
El balance de este cuarto informe de gobierno para colocar la plataforma de un proyecto de transformación es positivo, pero sin una movilización social que siga respaldado en estos cambios se corre el riesgo de un retroceso sin precedentes, ya que la esperanza es el principal ingrediente de esta transformación, misma que no debe perderse, por ende, es responsabilidad de todos los involucrados en dar cuenta de sus alcances y sus límites, de otra forma, el efecto Lampedusa se impondrá, eso de que todo cambia para que todo siga igual. Habría que impedirlo.