Adolescencia y conductas de riesgo

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La juventud es una época en la que el contacto directo con el alcohol y otro tipo de drogas ya sea legales o ilegales es casi casi permanente, el actual riesgo de que un niño, niña o adolescente sea abordado para ofrecerle algún tipo de droga es elevado y aunque tu como adolescente expuesto a los cambios sociales constantes, presiones del marketing que tratan de imponer el cómo se supone que deberías ser, como te debes comportar, incluso el cómo debes divertirte, como debes vestir, la música de que debes escuchar para ser popular, seguir a los blogueros de moda, subirte al mal llamado tren del mame, estar actualizado y a la moda hasta de los “memes” que andan circulando. Esto pareciera ser el mundo actual de los niños, niñas y adolescentes, pero, ¿será que realmente nos detenemos a escucharles? ¿Preguntarles cómo se sienten y que piensan de lo que sucede a su alrededor?

La normalización de ciertas conductas entre los niños, niñas y adolescentes va en aumento, los factores de riesgo asociados al incremento de dichas conductas, (entendidas como aquellas que son potencialmente dañinas o nocivas para su salud física y mental) van desde la familia, la escuela y el entorno social.

Entre las conductas de riesgo en la adolescencia tenemos abuso de sustancias (drogas ya sea legales o ilegales) el inicio temprano de la sexualidad (sin información de autocuidado) aislamiento social (ya sea voluntario o involuntario) todo esto combinado con otro tipo de situaciones, dañan tanto la salud física como la salud emocional del adolescente.

El dotar de herramientas a los adolescentes para que puedan vivir en estos tiempos a su ritmo y sobre todo aprendiendo a cuidarse, es nuestra principal función como adultos, desde la asertividad, el aprender a decir no, el evaluar situaciones para poder tomar decisiones, la autoconfianza, el respeto, tolerancia, etc.

Algunas recomendaciones para que esto sea posible, sin importar las situaciones actuales que tengan en casa, son las siguientes:

  • Ayudar al adolescente a comunicar lo que le está pasando antes de que se transforme en un problema mayor.
  • El estar de viaje, trabajar mucho o no vivir en la misma casa, no es excusa para perder el contacto con los hijos. Las tecnologías ofrecen la posibilidad de comunicarnos aunque estemos distantes geográficamente.
  • Saber que los adolescentes tienden a minimizar las conductas de riesgo. Cuando dicen que beben poco, y tenemos evidencia de lo contrario, no necesariamente están mintiendo.
  • Transmitir al adolescente que nos interesa cómo se siente, saber qué hace, con quién está, pero que no sienta que estamos fisgoneando. “Si creemos que es importante conversar con sus maestros o con sus amigos, anunciarle que lo haremos”, trate de no hacerlo sin decirle antes, puede sentirse invadido.
  • Saber dónde están nuestros hijos, con quién, a qué hora van a volver y, si es posible, ir a buscarlo. El monitoreo es importante.
  • Estar alertas si de pronto cambia de amigos y comienza a frecuentar un grupo que no conocemos, no lleva a casa o es de mayor edad.
  • Atención a los detalles, como una baja significativa del promedio de calificaciones, o que ya no quiera cenar o comer en la mesa con el resto de la familia y en cambio prefiera pasar el tiempo encerrado en su habitación o fuera de casa.

Estas son solo algunas recomendaciones, sin embargo estas pueden variar dependiendo de las situaciones que se estén presentando o de cual sea la dinámica de la familia. Lo que se invita siempre es a estar comunicados, a conocer lo que sus hijos e hijas hacen, interesarse por ellos en pocas palabras.

Es una etapa en que la prevención debe ser ingrediente principal, porque de nada sirve preocuparse después si podemos ocuparnos antes de que ocurran las situaciones de riesgo.

Marisol Madero Plascencia

marisol_madero@hotmail.com