Lula necesitará de una brújula
El triunfo de Lula definitivamente cambia el tablero geopolítico de nuestra América. La hazaña del movimiento social debe ser valorada con los retos correspondientes que convoca que hayan podido derrotar el golpe de Estado después de la caída de Dilma y la cárcel de Lula.
Cuando se habla que Bolsonaro está intentando realizar un golpe de Estado se falta un poco a la perspectiva histórica, es decir, el golpe no estaría inaugurándose en este periodo, más bien, lo que está sucediendo en sí, es que el golpe está siendo detenido. Hasta ahora las fuerzas de centro-derecha no han cedido al fanatismo del bolsonarismo y la extrema derecha.
No fue fácil llegar a este punto, por eso es por lo que el fenómeno de Lula es igual de radical al que vive hoy en día la revolución bolivariana con Maduro a la cabeza. Sus proyectos de reforma al estado para producir una alternativa al neoliberalismo fueron muy lejos, en el primero el orden internacional fue clave para su mandato, el proceso de integración que decidió andar dio cuenta del germen de resistencia que generaba el subimperialismo brasileño hacia Washington.
En el segundo, el saludo de Macron en la COP27 marca ya una antesala de la reorganización de Estados Unidos en el continente, es por ello por lo que sus socios europeos pudieron salir al paso para intentar garantizar petróleo barato en medio del inicio de una de sus peores crisis energéticas. Pero cabe la pena recalcar que fue la resistencia del chavismo la que produjo este escenario, no se recibió nada gratis, al contrario, el despojo de los recursos del Estado venezolano es inédito.
Cuando uno voltea a ver al mundo para dar cuenta de las fuerzas políticas que la gobiernan, uno perfectamente podría definir esta época como la espiral de crecimiento de un movimiento conservador profundamente autoritario, pero América Latina parece negarse a seguir por esa senda, aunque su historia de dictaduras sigue presente con ecos en muchos sectores de la población. Es equivocado pensar que eso nada más está en Brasil, ahí están Argentina y Chile por citar algunos ejemplos en donde sus sociedades cada vez avanzan más en la exigencia una mano dura.
El intento de asesinato de Evo Morales y Cristina Kirchner han llevado a las fuerzas políticas progresistas a tener que ir pactando con las burguesías nacionales en defensa de sus intereses, en el caso de Argentina incluso Alberto Fernández tuvo que ceder ante los fondos buitres del Fondo Monetario Internacional.
El escenario actual es en suma complejo, por eso no hay que pensar en términos de triunfalismo, aunque a veces las victorias como las de Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador generen mucho entusiasmo. Habrá que saber encauzar precisamente ese entusiasmo para revertir los efectos más degradantes de la actual crisis económica en curso. El colapso del neoliberalismo no está trayendo de facto un nuevo estado de bienestar, no hay un neokeynesianismo como si este fuera la opción de manual natural para el capitalismo.
El posneoliberalismo en cada uno de los Estados del arco progresista tuvo diferentes configuraciones, y sobre todo disimiles impactos en sus sociedades, ahí en donde más habían avanzado generando condiciones de cuidado a su población y estableciendo un proyecto político más apegado un programa político social de izquierda se atacó con mayor intensidad ya sea usando a los mass media, al ejército, a las clases más reaccionarias, e incluso apuntaron a infiltrar y partir el movimiento, como es el caso de Rafael Correa y el Buen Vivir en Ecuador.
Por eso hay que observar con más calma el mapa que marca a toda una América Latina de lado del progresismo, el capital tuvo que ceder en la medida que no podía garantizar el control de los Estados sin una contradicción que hiciera estallar conflictos sociales profundos. En la medida que se fue recuperando fue avanzando en desestabilizar los gobiernos.
El experimento Guaidó en Venezuela pudo generar la desarticulación de toda la región con los procesos de integración impulsados por Chávez y Lula. Hoy que ha debilitado en gran manera al gobierno venezolano es desechado porque es necesario pasar a una nueva etapa de contradicciones en donde la relación con Maduro pueda generar condiciones para garantizar el suministro energético. Eso no significa que el proyecto de derrumbar al chavismo haya sido hecho de lado.
En todos los casos, la recuperación de la soberanía ha sido punta de lanza de los gobiernos que se aferran a autodeterminar sus decisiones resistiendo todo tipo de presiones de Estados Unidos. La ventana de oportunidad que abrió la crisis de 2008 y sobre todo la lucha intestina entre las diferentes tendencias históricas que se disputan la forma de dirigir al mundo en Estados Unidos ha permitido avanzar en ciertos sectores, aunque sea lentamente.
Lula llega a gobernar un Brasil diferente, un Brasil que ha permeado el discurso de subordinación a Estados Unidos en un amplio sector de la población, el proyecto de los BRICS que antes ahí se sentía con mayor fuerza ha quedado disminuido, eso no quiere decir que ha sido derrotado, pero en el terreno geopolítico las contradicciones dentro de Brasil le van a dificultar la tarea a Lula en el ámbito en el que más carisma genera, el de ser un líder de lo que algunos han denominado el mundo multipolar.
En todo caso, no es que la crisis hegemónica que atraviesa Estados Unidos sea definitiva, hay que entender que la correlación de fuerzas que ha logrado modifica en América Latina es significativa, le ha dado la oportunidad de reorganizar el mundo desde Europa Oriental, y tiene una tarea aún pendiente en el Pacífico, su gran objetivo histórico de este siglo.
Habría que anotar que no estamos ante el avance de un proyecto alternativo radical en la región, estamos ante un proceso de resistencias que han generado opciones políticas de diferentes composiciones, en las que todas apuntan por no padecer los efectos más devastadores del colapso neoliberal. Mientras que el capital mundial exige cada vez mayor destrucción para recuperar su tasa de ganancia.
Es momento de seguir pensando seriamente, los caminos hacia una transición, de otra forma, las oportunidades que se han venido presentando se esfumaran y la regresión autoritaria que ya se respira en Europa podría venir a impregnar el continente. Esto no va de lo posible, esto va de la construcción de un mundo diferente, Lula es la prueba que aún en la derrota es posible regresar a triunfar. La brújula que traiga será determinante, el movimiento social debería de darle norte.