El hombre que murió de pie

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Cobrar un penalti no es cosa fácil. Cristiano Ronaldo nos ha hecho minimizar estos goles por la facilidad con la que él suele cobrarlos en instancias finales de muchas competencias, y escenarios donde cualquiera de nosotros nos daría temor tan siquiera pararnos. Pero lo que para algunos parece ser fácil, para otros puede resultar la tarea más difícil del mundo.

Imaginemos por un momento que estamos parados a once metros de un arquero que busca frustrar nuestros sueños de ser campeones del mundo para él traerle alegría a su nación. La mirada atenta de más de 80 mil personas, a sabiendas que el júbilo o el sufrimiento dependen de la dirección en la que apuntas el balón. ¿Ya no parece una cosa fácil, o sí?

El mundial de Estados Unidos en 1994 nos regaló un partido poco emocionante, donde ambos equipos mostraron sus mejores versiones defensivas y organizadas. Las dos superpotencias, Italia y Brasil se medían en el estadio Rose Bowl en la ciudad de Los Ángeles. Y una serie de penales, dictarían al campeón del mundo. Teniendo a Roberto Baggio, el 10 de la selección italiana como protagonista.

Tras firmar cinco dianas, derrotando a Nigeria, España y la sorpresa del torneo, Bulgaria. Baggio lideró a su país a una nueva final de la copa del mundo. La 4ta esperaba, los separaban tan solo 90 minutos para acabar con aquel debate entre italianos y brasileños por ver quién era la selección más grande de todos los tiempos. Por su parte, la verde amárela liderada por Romario derrotó a USA, Países Bajos y Suecia en las fases finales.

Baggio había comenzado de menos a más, con una modesta y poco llamativa selección italiana, había apenas logrado sumar 4 puntos y pasar como uno de los mejores terceros de grupo (donde México e Irlanda clasificaron como primero y segundo). Sin marcar un solo gol en la fase de grupos, se despachó un doblete frente a Nigeria, uno más a los españoles y un doblete a la Bulgaria de Stoichkov. Italia había visto renacer la mejor versión de Baggio tras un comienzo poco alentador.

La final inició con una Brasil tomando la iniciativa, Italia hacía lo que mejor sabía, defendía bien organizada. Sin embargo, la primera jugada de peligro la tuvo Daniele Massaro, quien tras un buen desmarque recibía una buena pelota que desafortunadamente terminaba en manos del arquero.

Brasil pisó el acelerador y no tardó en superar a Italia en todos los ámbitos. Un poste y un fallo estrepitoso de Romario en el área chica, impidieron que Brasil se adelantara en el marcador. El juego siguió 0 a 0 y tras unos pocos llamativos tiempos extras, se debía decidir todo en los penales.

Franco Baresi era el primero en cobrar para los italianos, el zaguero líder de la defensa manda su pelota a las nubes. Brasil tenía ventaja. La cual terminó desaprovechada por Marcio Santos que vio cómo su pelota era atajada por Gianluca Pagliuca. En las siguientes dos rondas, no hubo sorpresas. Romario y Branco marcaron para Brasil, Demetrio y Evani para los del mar mediterráneo. Sería Massaro el que pondría la primera piedra de tropiezo.

Su penal fallado era bien aprovechado por Dunga, quien dejaba al mejor futbolista del torneo, Roberto Baggio, con la presión sobre sus hombros. Baggio se colocó unos pasos fuera del medio círculo del área grande y cogió velocidad. Busco colocar la pelota con altura, sin embargo, el balón desapareció de la toma de la cámara. Italia miraba con tristeza como Brasil se coronaba campeón del mundo.

Baggio, el hombre que le dio esperanzas al pueblo italiano era el mismo que las mataba en la final. Aquel “10” veía con las manos en la cintura, como su pueblo lloraba en las tribunas. Aquellos segundos de silencio en un estadio repleto de júbilo brasileño marcaron de por vida, la carrera de uno de los mejores futbolistas italianos de todos los tiempos. Roberto, fue y será, el hombre que murió de pie.

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