“La homeopatía”
Para poder combatir la corrupción tan cacareada y apoyada por el presidente en turno, además de un posible castigo físico se requiere un cambio difícil de lograr en una o dos generaciones ya echadas a perder, viendo y ejerciendo la corrupción en muchos actos de la vida diaria.
Tomando en cuenta que el hacerse de dinero abusando de su puesto o de su situación es una forma más de corrupción, pero no la única. Existen muchas más graves que esa.
La violación sistemática de la Constitución, el proteger delincuentes y premiarlos con gubernaturas, el mentir públicamente acerca de los sistemas de salud y abasto de medicinas, el desatender órdenes federales emanadas de un juez, desviar fondos de investigación al barril sin fondo del tren maya, la opacidad en gastos de proyectos, y muchos más actos de corrupción del presidente en turno, que es quien tiene que poner el ejemplo.
No existen valores éticos ni principios de honestidad en el gobierno actual.
El contubernio de funcionarios de una delegación en la CDMX en la adjudicación de permisos de construcción mediante cesión de propiedades a este grupo. Este es un ejemplo claro de asociación delictuosa, en donde tampoco existen valores éticos y que, tristemente se repite muchas veces, quedando impunes, sean del PAN, PRI, PRD o Morena.
Todos son mexicanos.
Tristemente los principios se debilitan y se cae en el abuso, la corrupción, y la creencia que un puesto público es una concesión.
Se eliminaron la clase de ética y la clase de civismo del programa de secundaria hace años, que eran una dosis de principios morales a los alumnos.
Se eliminó el Servicio Militar que se tenía que cumplir a los 18 años, para liberar la “cartilla”, documento necesario para poder viajar, tener licencia de manejo y que era una experiencia necesaria de disciplina y nacionalismo en los jóvenes, pudiéndose aplicar ahora a mujeres también, que también necesitan principios morales.
Como ejemplo de esa necesidad está Delfina Gómez, delincuente probada, ahora posiblemente candidata al gobierno del Estado de México y apoyada incondicionalmente por el presidente en turno, y aceptando el puesto con el mayor cinismo.
Ese ejemplo de corrupción y falta de honestidad es lo que hay que eliminar de raíz en México.
Si queremos tener un país grande en progreso, en honestidad, en seguridad tenemos que atender la parte mental y no únicamente preocuparse por detentar el poder y manipular al “pueblo”. Se requiere más que eso.
Un país sin el concepto auténtico de la honestidad no vale nada, pero si hablamos como médicos, no se arregla de un día para otro con un medicamento sino poco a poco, constante, pero muy efectivo, como si usáramos “la homeopatía”.