Por una América fraternal y antigolpista

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El presidente López Obrador ha dado un discurso histórico en su visita en La Habana, Cuba. Fue a sus raíces, a ese clasicismo que lo caracteriza, se ancló en el liberalismo para dar cuenta de la complejidad de las relaciones de los países de la región con Estados Unidos.

La historia ha demostrado que la intervención americana a partir de su doctrina Monroe, y la definición de su espacio vital ha tenido consecuencias muy graves y serias para los gobiernos de todo el continente.

Para Estados Unidos, en perspectiva de López Obrador, fue necesario establecer anexiones, independencias a modo, creación de nuevos países -hoy en día el concepto que da mejor cuenta de este fenómeno es balcanización-, establecer estados libres asociados, protectorados, bases militares en países libres e invasiones para poner y quitar gobernantes a su antojo.

El siglo XIX en América se definió a partir de la necesidad de Estados Unidos por expandirse en el mundo, fue a su conquista, y para ello debía expulsar por principio a Europa del conteniente americano, cosa que se terminó realizando a la salida de los españoles de Cuba.

Su área de influencia además pasaba por hacerse del Canal de Panamá, para ello balcanizó a Colombia, y estableció con su apoyo una contrarrevolución conservadora que marcó todo el siglo XX. Las dictaduras y el impulso del movimiento conservador garantizaban una distribución del mercado mundial, en donde Estados Unidos proveía a las burguesías terratenientes y comerciales una parte de este mientras asumía el control de la región a través de su desarrollo industrial.

En México, el embajador americano Henry Lane Wilson, coordinó con el chacal Victoriano Huerta un golpe de estado, que a la postre haría estallar la revolución por el asesinato del presidente Francisco I. Madero.

La narración del tabasqueño, con un profundo conocimiento del movimiento liberal, debe leerse en doble clave, en alertar sobre las posibilidades de una nueva intervención, mucho más agresiva que la del siglo pasado y en las resistencias que podrían surgir a partir de ello.

Una cosa fue el ascenso de la potencia americana en el siglo XIX y otra su declive económico en el siglo XXI, hoy mucho más claro para todo el mundo, y que en verdad como mencionó López Obrador, no hay fundamento legal ni legítimo que logre detener su caída, pero que esta podría asumir un proceso de guerras en múltiples escenarios que nos llevaría a un momento muy delicado para todo el planeta.

Como todo un pacifista, su planteamiento es la integración de las Américas, avanzar en una especie de mercado unificado, en donde no sean los golpes de estado, la corrupción y la subordinación centro-periferia la que guíen en el proceso sino una alianza fraternal, en donde las reglas estén claras para todos y sea el esfuerzo lo determinante.

Podemos estar de acuerdo o no con una postura como la de la Unión Económica América, sobre todo a la hora de querer importar un esquema tan antidemocrático como el de la Unión Europea, pero es un gran avance empezar a hablar de alternativas a la guerra y la intervención justo cuando se han hecho revelaciones sumamente delicadas.

Mark Sper, jefe del Pentágono en tiempos de Donald Trump puso sobre la mesa que en el equipo del expresidente se barajearon las posibilidades de intervenir militarmente en Venezuela, bloquear totalmente a Cuba, y mucho más grave para nuestra seguridad nacional, lanzar misiles patriot al territorio mexicano para presuntamente destruir laboratorios de drogas. Por cierto, la idea era que, una vez lanzados estos misiles y destruidos ciertos puntos, el gobierno de Estados Unidos negaría tal hecho.

La posibilidad de generar conflictos en la región, de profundizar la vía de golpes de estado que se abrieron precisamente en México con el fraude electoral de 2006 y que fueron avanzando paulatinamente ya sea de utilización militar o por lawfare en Honduras, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Brasil, Argentina y Paraguay.

Los gobiernos posneoliberales, que especialmente han surgido en América Latina, lo hicieron como respuesta al colapso del neoliberalismo. Son una fuerza social sumamente importante, pero que no ha cuajado en una alianza continental, se han quedado en esfuerzos de bloques, siempre bajo la amenaza de mayor intervención por parte del gobierno de Estados Unidos. Apenas la conciencia social de sus pueblos empieza a emerger ante el gran reto que se abre para su porvenir.

El presidente López Obrador conocedor de esta circunstancia, evidentemente la padeció, está leyendo la realidad política de la región no sólo como un conflicto para los países de América Latina sino también como un profundo conflicto al interior de Estados Unidos justo cuando está enfrentando a China.

En el siglo XIX, cuando no tenía una potencia hegemónica en ascenso logró establecer su espacio físico vital, pero hoy en pleno siglo XXI el escenario ha cambiado, las alianzas de China en el continente, su fuerza económica para controlar el mercado mundial es de tal magnitud, que sería imposible generar una subordinación de facto de la región a Estados Unidos sin una negociación de por medio a menos que se avance en la estrategia militar.

Pero si en el siglo XIX las fuerzas liberales impactaron dentro de Estados Unidos, y se sumaron para detener el avance de este en la región, de forma muy débil por la falta de comunicación y coordinación de la época, además de no tener un proyecto en común continental, pero con una determinación que lograron ser detenidos en buena parte de los países latinoamericanos, para el siglo XXI las cosas podrían ser totalmente diferentes.

Por eso es hora de hablar en serio de la integración de nuestra América. El paso para hacer efectivo tal discurso ha sido declarar que México no asistirá a la Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en Los Ángeles, uno de los corazones de la hispanidad en Estados Unidos, si no se invita a todos los países de la región, es decir, a Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Se podrá estar o no estar de acuerdo con cualquier país de la región, llámese el Brasil de Jair Bolsonaro o la Colombia de Iván Duque, pero es indispensable que se les respete a todos los países su soberanía y sobre todo se cumpla el principio de no intervención.

En el Palacio de la Revolución, el presidente López Obrador fue claro y enfático que los tiempos de zopilotes deberían de ser cosa del pasado y que la fraternidad debe ser un principio político irrenunciable. O se establece una alianza fraternal en América que sea profundamente antigolpista o estaremos al borde de una guerra inédita en nuestro territorio.

¿Los empresarios e inversionistas mexicanos estarán claros de lo que está en juego? Por lo pronto la sociedad que respalda al presidente, le está dando oportunidad de expresar que puede y debe existir una alternativa. La moneda de la historia está en el aire, se ha echado a andar pues.

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