No es otra Casa Blanca, es manipulación para el desencanto

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Hay que repetirlo las veces que esto sea necesario, la política va de narrativas. De cómo sus configuraciones históricas responden a un relato, una forma de ver al mundo y contarla entre los presentes para formar un consenso. Esta forma de comunicarnos ‘hit et nunc’ marca ante todo nuestras disputas. 

El relato que se constituyó a lo largo de la resistencia a los efectos que iba construyendo el neoliberalismo tiene como su eje fundamental una crítica profunda a la democracia, pero sobre todo a la forma de hacer negocios al amparo del poder público, la corrupción fue el sello de la casa presidencial para generar nuevos canales de acumulación inéditos en una clase empresarial, en su mayoría parasitaria. 

Cuando hacemos mención sobre el sistema democrático, es claro que la guía que siguió la resistencia política de la que venimos fue la denuncia ante los fraudes electorales que fueron mucho más evidentes a partir de 1988, en ese punto de partida la cosa se volvió inocultable, los muertos votaban, y en la mayoría de las veces ni necesarios eran los votos. 

Por el otro lado, la grotesca acumulación de fortunas por la venta de activos del Estado hizo posible que en México existieran miembros de la elite dentro de los hombres más ricos no sólo del continente sino de todo el planeta. De ese tamaño fue el despojo que se vivió y del cual aún padecemos, fue claro que las ganancias se privatizaron y que las pérdidas se socializaron, tal como sucedió con el FOBAPROA que aún seguimos pagando. 

Esto viene a cuento porque la derecha más reaccionaria del país, la que ha acompañado una dinámica que raya en el golpismo, ha empezado a comprender que la narrativa que instaló el presidente López Obrador debe ser puesta en cuestión para avanzar en su desarticulación política. 

Y es que esa narrativa que habla sobre una nueva transformación, la cuarta a los ojos del tabasqueño, tiene como punta de lanza el discurso anticorrupción que emana de un movimiento democrático. Es la piedra angular de todo el proyecto de nación, que en los hechos busca recuperar la soberanía nacional, a pesar de los múltiples intereses que se niegan a que eso pueda suceder.  

El reto es que la degradación de la vida pública tuvo su cenit en la consolidación de grupos de la delincuencia organizada, que dejaron de estar simplemente en rancherías o escondidos en lugares inaccesibles como se creía era la vieja escuela. La narcopolítica empezó a tener su vida y su lugar de residencia en las grandes ciudades, y su dinero empezó a dominar regiones enteras. 

Su validación social sólo ha sido posible a través de implementar políticas de terror, el control autoritario de ciertas regiones ha ido de la mano de golpear a ciertos sectores empresariales, que hasta antes de ese fenómeno no había prestado atención al incremento de la violencia, sólo fue posible hasta que esta tocó la puerta de su casa. La necropolítica se involucró entonces en un nuevo reparto económico social basado en la violencia destructiva. 

Al mismo tiempo que las condiciones económicas de la mayoría se vieron cada vez más golpeadas, el aumento de la pobreza en el país tuvo consecuencias muy fuertes de tal forma que la propia dinámica del mercado interno se vio disminuida. Esto se volvió insostenible para el sistema cuando llegó la crisis económica del 2008, esto abrió una ventana de oportunidad para el movimiento de resistencia al neoliberalismo. 

Cuando Peña Nieto llegó al poder, lo hizo a través del poder del dinero, que en parte nunca se supo de dónde provino, es el caso de MONEX. La compra de votos fue innegable para la población, de tal forma que la democracia siguió el camino de su deterioro. La gota que derramó el vaso fue la adquisición de la Casa Blanca. Un proveedor del gobierno facilitaba a la pareja presidencial una residencia multimillonaria. 

Este episodio ocurre justamente cuando desmantelan por completo la soberanía nacional por la compra-venta de los recursos naturales estratégicos de la nación: el petróleo y gas. Se dedicaron a negociar con lo que le daba sustento al Estado con sus recursos, intentaron que las ganancias se volvieran a privatizar renunciando al gasto social. 

No hay que confundirnos, Claudio X. González ha lanzado a través de la plataforma Latinus el intento por comparar la compra de la Casa Blanca por un proveedor del gobierno con la renta de una casa en una zona de clase media dentro de Estados Unidos por parte de la familia del hijo del presidente.

Anteriormente había hecho un reportaje de igual manera con una empresa de chocolates, relativamente pequeña, de propiedad de los hijos del presidente, en la que se insinuó e infirió que el programa Sembrando Vida estaba hecho para su beneficio, cosa que nunca se comprobó por lo inverosímil del asunto. 

La estrategia es intentar abrir camino a la ciudadanización de la política, para esto es necesariras comparar a toda la clase política como corrupta. Es aceptar que el PRI y el PAN son sumamente corruptos, pero de igual forma Morena, es por ello, desde la lógica que siguen estos reportajes, que sería necesario un cuadro que no viniera de esta vieja política, sino de una nueva generación que fuera incluso de izquierda, progresista, feminista y defensora de derechos humanos contra los megaproyectos del presidente. 

Todo está hecho para generar una política desencanto en la transformación, intentar confundir a la mayor parte de la población posible, generando un desgaste mediático. Esta nueva campaña va dirigida pues a pelear la esencia del enojo politizado de la cuarta transformación sustituyéndola por una política de odio irracional.

Lo de José Ramón López Beltrán además demuestra una postura radical de la clase empresarial, están dispuestos a meterse en todo para golpear a sus adversarios, así sea mentir y manipular involucrando a la familia. No existen contratos de la empresa Baker Hugues involucrados en corrupción, y no tendrá efectos legales, eso es lo de menos. 

En lo más grotesco de esta estrategia se encuentra el ataque a Jesús Ernesto, el hijo menor edad de López Obrador, a quien un día sí y otro también es atacado a través de redes de odio dentro de las redes sociales sin que existan consecuencias de ningún tipo. 

Este será el tono, de ahora en adelante, hacer comparaciones sin sentido, pero apelando al odio contra la corrupción y la antidemocracia, cosa que ya está en la base de la narrativa que hizo llegar a este gobierno, van a pelear esa misma base a partir de generar confusión desde los medios de comunicación masiva. Es tarea de todos los militantes de este movimiento aclarar el por qué no son iguales y el por qué es muy importante mantenerse firme en la transformación, ya que de ello depende revertir los efectos más violentos que padecemos: la necropolítica y la pobreza social. 

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