Pacientes mueren varados en clínicas rurales de Texas

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Daniel Wilkinson sobrevivió a dos misiones de servicio en Afganistán pero murió por unos cálculos biliares que lo deterioraron lentamente mientras sus médicos, mal equipados para atenderlo, miraban impotentes.

Wilkinson, de 46 años, vivía a solo 90 minutos en carro (o 30 en helicóptero) de Houston, una ciudad estadounidense famosa por sus hospitales de primer nivel.

El problema es que el sistema de atención médica de Texas se ha visto superado por la cantidad de personas que padecen la variante delta del coronavirus.

En este estado, 14.700 personas estaban hospitalizadas el primero de septiembre, un número apenas por debajo del récord establecido en enero cuando una ola de covid invernal causó estragos en todo Estados Unidos.

“En olas anteriores, teníamos algo más de 750 pacientes. Ahora estamos atendiendo entre 820 y 850, por eso los hospitales están llenos”, dijo Roberta Schwartz, vicepresidenta ejecutiva del Hospital Metodista de Houston, que es una agrupación de centros médicos.

La situación es tan crítica que han tenido que adecuar una sala de conferencias para tratar pacientes.

Por esa razón, los puestos rurales de salud en el estado se han visto obligados a mantener en sus instalaciones a pacientes como Wilkinson, aunque no tengan los equipos necesarios para su cuidado.

El hombre fue admitido en el hospital de su condado el 21 de agosto, a solo una cuadra de su casa en Bellville, una ciudad de 4.000 habitantes.

La clínica no estaba equipada para remover sus cálculos, así que trató de remitirlo en helicóptero a otro hospital.

“Nuestro personal y nuestro médico trabajaron sin descanso por seis horas tratando de transferirlo a un centro de atención terciaria en cualquier lugar”, aseguró Daniel Bonk Fache, CEO del Centro Médico Bellville.

“Nuestro médico de sala de urgencias en un punto incluso entró a Facebook tratando de que lo remitieran”, contó Bonk Fache.

Un médico cerca de Austin, capital del estado, se ofreció a recoger a Wilkinson pero llamó cinco minutos después para decirles que no había cupo en su hospital.  

Hallar una cama como sea

“Recibimos llamadas todos los días de directivos de hospitales que tratan desesperadamente de encontrar un lugar para remitir a esos pacientes”, dice John Henderson, presidente de la Organización de Hospitales Rurales y Comunitarios de Texas.

Texas tiene dispersos por su amplia geografía 158 centros médicos de este tipo, más que cualquier otro estado del país.

Henderson asegura que el caso de Wilkinson no es aislado.

“Diría que cada día de esta semana hemos tenido una situación que no termina bien y deriva en la muerte del paciente”, explica.

El personal hospitalario se siente impotente y sobrepasado por la búsqueda frenética de camas libres en hospitales más grandes y equipados.

“‘Perdemos’ a una enfermera todos los días porque ella tiene que llamar a todos los hospitales”, explicó Renee Poulter, quien dirige el personal de enfermería de la clínica Bellville. “Toma horas, si no todo el día, llamar a todos los hospitales de todo el estado de Texas”.

Las instalaciones de Bellville no están hechas para alojar una unidad de cuidados intensivos, pero ante la necesidad tuvo que diseñar una.

“Tenemos un paciente crítico, positivo de covid, que requiere cuidados intensivos y que hemos estado atendiendo por 11 días en nuestra instalación rural porque no podemos encontrarle un nivel superior de cuidado”, dijo Poulter.

Para ayudar a esos centros de atención rurales, Texas ha proporcionado respiradores, oxígeno y otros medios para estabilizar pacientes. También está incorporando a enfermeros de otros estados.

Dos de estos ayudantes se presentaron la semana pasada en Bellville, uno proveniente de Pensilvania y otro de Alabama. Cada uno trabaja seis turnos por semana.

En una de las habitaciones de la clínica está Carmella, una mujer local de 72 años acompañada por su esposo, luego de sufrir un ataque al corazón el día anterior.

“Reaccionaron e hicieron todo lo que pudieron pero simplemente están sobrepasados. Intentaron transferirme. Escuché llamadas telefónicas y nadie quiso recibirme”, contó Carmella.

“Por lo que entiendo, nadie se va a ir de aquí”, dijo. “Es una situación triste”.

Carmella eventualmente se recuperó y fue dada de alta. Otros no han corrido con la misma suerte.

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