AMLO y Simón Bolívar: la libre determinación de los pueblos

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El pasado 24 de julio en el Palacio de Chapultepec, el presidente Andrés Manuel López Obrador pronunció el que sin duda es su discurso más importante sobre política exterior en lo que va de su sexenio. Un discurso, que vale la pena dada su trascendencia, de llamarlo histórico.

La pieza se desarrolla a juego de celebrar el aniversario 238 del libertador Simón Bolívar. Uno de los liberales más importantes del siglo XIX, y que influyó en la política de nuestros pueblos para la reivindicación de la soberanía de nuestra América y su integración.

Y es precisamente, las contradicciones a las que tuvo que enfrentarse el libertador, las que le permiten a López Obrador hablar sobre las contradicciones del presente. Lejos de creer que el mundo se ha vuelto multipolar, y que el destino se encuentra ya trazado hacia la multipolaridad, el presidente mexicano insiste en construir una salida a una confrontación en curso, que por el momento se encuentra en el terreno económico pero que los intereses en disputa cada vez empujan más hacía el terreno militar.

El siglo XIX americano, aquel que construyó los elementos para disputar la hegemonía europea en el siglo XX y de la cual salió victorioso, planteó a través de la doctrina Monroe, la construcción de un espacio físico vital la de América para los americanos.

Bloqueando así cualquier tipo de influencia europea dentro del continente. Lo que debilitaba a los antiguos colonizadores, y le abría la puerta a un periodo de crecimiento económico dentro de la región a los Estados Unidos. Europa no atacó el continente americano y no pudo generar ninguna contradicción entre Estados nacionales que le permitieran una guerra. Cosa que no sucedió a inicios de siglo XX en Europa que detonó las dos guerras que a la postre lo llevarían a perder la hegemonía mundial.

El intervencionismo intercontinental de Estados Unidos en el siglo XIX llevó a México a perder la mitad de su territorio, y de establecer una política de tutelaje en varios Estados del Caribe, así como desmembrar la Gran Colombia para apropiarse del Canal de Panamá.

Para el siglo XX, justo después de la segunda guerra mundial, y en la locura que significó el macartismo en medio de la Guerra Fría, Estados Unidos se apoyó en golpes de Estado militares para instaurar dictaduras que fueran dóciles ante sus políticas pero represivas para sus respectivos pueblos.

Los símbolos que emergen de este discurso de López Obrador van en esa línea de denuncia. Una línea que plantea el reconocimiento y valentía de los mexicanos que defendieron la intervención americana, por eso el discurso desde el Palacio de Chapultepec, escenario de la voluntad tanto de soldados como del pueblo por defender a la patria y no tanto de la clase política representada en Santa Ana, tal como dio cuenta el gran Guillermo Prieto.

Otra línea muy interesante, es la invitación especial para Isabel Allende, sobrina de Salvador Allende, el presidente chileno, al cual un golpe de estado apoyado por la CIA terminó con su vida, e impuso un régimen de terror en el país sudamericano.

Abrir las Alamedas en el siglo XXI, para López Obrador, pasa por dejar de lado este tipo de intervenciones intercontinentales, y avanzar en la configuración de acuerdos en donde la libre autodeterminación de los pueblos pueda ejercerse, de otra forma se abre la puerta a confrontaciones que puedan ser estimuladas, ya no desde Europa solamente sino desde el Pacífico.

El mandatario oriundo de Macuspana se niega a que la única salida posible para América Latina sea pasar de un intervencionismo americano a uno sínico. Es decir, es importante no repetir la historia del siglo XIX, en el que después de la salida de los europeos los Estados Unidos ocuparon su lugar con las consecuencias que esto trajo.

Su elogio a Cuba, la nueva Numancia, parte del reconocimiento de que el antiimperialismo en América Latina sigue vigente, a pesar de los bloqueos económicos como el ahora aplicado a Venezuela, pero más importante aún, su fuerte señalamiento por cambiar las políticas de golpes de estado en América Latina, que en el siglo XXI se inauguraron en el periodo de Obama en Honduras y que continuó durante todo este tiempo, a pesar de la pandemia, con nefastos resultados como en la Bolivia de Evo Morales y el MAS, quienes se repusieron del golpe y hoy han vuelto a gobernar de la mano de Luis Arce gracias a que la democracia prevaleció.

Existen elementos que hay que atender de forma urgente sobre nuestro pasado reciente en términos económicos y geopolíticos. En primer lugar, es necesario recordar, que uno de los principales responsables del crecimiento tan espectacular que ha tenido China, es precisamente Estados Unidos, al enviar sus capitales para la sobreexplotación de fuerza trabajo china. Los capitales no fueron invertidos en la región, sino que buscaron condiciones en donde el valor de la fuerza de trabajo fuera el menor. Con ello, América Latina fue desindustrializada, y condenada a ser simplemente el proveedor de materias primas para la gran industria China.

En segundo lugar, después de que la Unión Europea pudo concretarse con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, y esta pudo avanzar para liberarse en buena medida del tutelaje impuesto después de la Segunda Guerra Mundial. América del Norte se volvió un eje de vital importancia, no solamente económico sino incluso militar como lo demostraron diferentes iniciativas como la Mérida o como Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, en donde los recursos naturales estratégicos fueron el objetivo principal limitando la soberanía nacional de México y Canadá.

Otro elemento, y en el que podemos observar además la complejidad del asunto, fue sin duda el derrotado proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas, proyecto al cual Hugo Chávez se encargó de detener junto con los mandatarios de lo que se conoce como la primera ola del progresismo, por ser un proyecto de orden injerencista en las políticas económicas de todo el continente.

Mientras China avanza con su política de prosperidad compartida, la nueva Ruta de la Seda y el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura dentro de uno de los dos continentes americanos, los Estados Unidos enfrentan cada vez más con mayor fuerza la resistencia y el repudio de los pueblos latinoamericanos a sus políticas injerencistas como bien puede observarse en la obsoleta Organización de Estados Americanos.

El presidente López Obrador es consciente de que lo que sigue puede detonar una guerra en nuestro continente. Y piensa que una salida debería ser el desarrollo económico de los pueblos para detener los impulsos bélicos en el Pacífico. La vía es la integración de los pueblos de América Latina respetando la soberanía sin ser lacayos de nadie. La democracia debe abrir camino para el siglo XXI, de otra forma lo que acecha puede ser peor. Tiene razón el tabasqueño, estamos a tiempo de construir las bases del porvenir.

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