La oposición optó por el miedo
La oposición en México ha decido hacer de la renovación de la Cámara de Diputados un referéndum sobre el gobierno encabezado por López Obrador. Y para ello ha sacado una de las clásicas estrategias que la ultraderecha usa a lo largo y ancho del planeta: el miedo.
Decir que a la sociedad mexicana este tipo de campañas no les afecta, es no entender el pulso del golpe preventivo realizado a través del fraude de 2006, en donde a un sector muy importante de la sociedad le convenció la idea de que López Obrador era un peligro para México.
Si uno voltea a ver los miles de spots que ya están a todas horas en la televisión, uno puede observar que no existe un proyecto neoliberal, el cual deba debatirse abiertamente en la sociedad.
No existe una agenda clara sobre el por qué quieren el poder, no hay pues una línea de acción estratégica que proponga un modelo económico diferente al que llevó a millones de mexicanos a la pobreza y a la pobreza extrema al mismo tiempo que producía fortunas inmensas generando una de las sociedades más desiguales del mundo.
El miedo que empieza operar tiene el discurso que engendró FRENAA, estamos al borde de una dictadura, y que debe haber un contrapeso para que eso suceda. Esta campaña puede triunfar si logran que el odio pueda cuajar como opción política, es decir a alguien que le garantice un enfrentamiento con el ejecutivo.
Pueden surgir varios escenarios en los siguientes meses que pueden definir el equilibro dentro del poder económico y el poder político, que parece ser ese es el fondo del debate que está surgiendo en los últimos días.
Un escenario es que el odio pueda movilizar a una gran parte de los sectores sociales del país a la opción del Bloque Amplio Opositor o a la amalgama de intereses conformados en torno a Claudio X. González y su Va por México.
Podríamos tener una Cámara de Diputados con la mayoría parlamentaria, presionando al estilo de la Asamblea Nacional Venezolana o el Parlamento Brasileño por un golpe de estado parlamentario. Para ello calentar la calle será esencial, y más aún si las elecciones de este año se revientan y se generan conflictos poselectorales con una autoridad electoral minada por su posición a favor de la oposición.
Otro escenario es que no logren la mayoría parlamentaria, pero sí disminuyan un gran número de diputados a la coalición gobernante, que genere una desestabilización en el manejo de la economía, lo que podría implicar un constante enfrentamiento.
Es por ello por lo que la narrativa que están construyendo los medios de comunicación masivo en los últimos meses ha sido de vital importancia para la campaña anti cuarta transformación.
El embate ha sido en varios frentes, uno de ellos tiene que ver con el manejo de la pandemia. Los grandes negocios de las farmacéuticas, que antes controlaban como monopolios el precio de las medicinas de este país, han seguido la línea de desgaste contra López Gatell y su equipo, para ello ha sido indispensable el manejo de todos los medios para recriminar, no por motivos para salvar vidas, sino por motivos para recuperar el negocio la estrategia aplicada contra el COVID-19.
Después una gran campaña magnificando los errores de la cúpula del partido Morena, para desde ahí estimular el desencanto, para colocar con la misma idea de que todos son iguales y por lo tanto habría que desconfiar de cualquier intento de cambio democratizador en torno al Estado.
Morena sería presuntamente el gran fracaso por no haber podido operar sus candidaturas, y por tanto habría que desconfiar de ellas porque sería más de lo mismo.
Han salido además al ataque por defender derechos partidarios contra los atropellos generados por el INE. Colocando a esta institución como si fuera la garante única e indiscutible para que no operen los fraudes electorales, cuando la historia ha demostrado una y otra vez que, si la sociedad no se moviliza, estos pueden seguir operando.
Todo suma, y lo último que han desatado en redes es que detrás de la ampliación del presidente de la SCJN aprobada por el Senado estaría la intención del presidente de ampliar su mandato.
Aunque este discurso de ultraderecha es incoherente porque en muchos de sus postulados se contradice, su proyecto mediático le permite proyectar que lo esencial es que se debe frenar cualquier opción de cambio, la coherencia es generar confusión, división y desencanto para que pueda operar el miedo estimulando cada vez más el odio.
El partido conservador de México no tiene proyecto político, ante la sociedad mexicana no tienen como defender los postulados neoliberales que otrora protegían como la garantía de la mejora del país.
El peligro de su estrategia es que, ante su derrota, puedan avanzar en el fomento del odio para provocar un enfrentamiento social. No sería la primera vez que lo harían, pero en esta ocasión sus movimientos han tenido un gran desatino, y es que al parecer al volver esto en un referéndum contra el presidente López Obrador sus números nada más no le dan.
La pregunta que surge a esto es inquietante para la democracia, ¿aceptarán los resultados de la elección en el partido conservador si su proyecto no logra cuajar? ¿a dónde llevarán el odio que están engendrando?