TELEGRAMAS
Tiempo de campañas. Todos los partidos saludando con sombrero ajeno.
Los políticos se pasean por todo el país con dinero de nuestros impuestos.
Los candidatos prometen todo en los procesos electorales.
Los que están en el poder, ofrecen mejorar.
Los de oposición, se esmeran en mostrarnos el “chiquero.”
Preguntamos: si es un “chiquero”, ¿por qué quieren estar ahí?
Aseguran y, hasta juran, que ellos lo van a limpiar desde el primer día.
Nos han dicho que en 10 minutos resuelven un levantamiento armado.
Hasta han firmado sus compromisos ante notario público.
Nos juraron que acabarían con la violencia en el primer año.
Afirmaron que creceríamos al 6% anual.
Nos prometen la luna y las estrellas. Nos suplican por nuestro voto.
Cuando llegan al poder, incrementan y recrudecen las culpas a los de antes y también los pretextos.
Pasó un año y les reclamamos que no han limpiado el “chiquero” que tanto denunciaban.
Nos dicen: era demasiado excremento; denme un año más; vamos bien.
A los dos años; oigan hay más materia fecal que antes.
Empiezan a decirnos: yo tengo otros datos; no es cierto; pero vamos bien.
Después, lo de siempre: los que fuimos electores, ahora gobernados, reclamamos.
Ellos, sumidos en el “chiquero” que denunciaban, nadan en el excremento como en su elemento.
Al tercer año, ni nos ven ni nos oyen.
Siempre lo mismo: nos prometen, nos ilusionan y luego el “trancazo” de la realidad.
México atrapado en ese surrealismo trágico de cada proceso electoral. Sin embargo, debemos seguir.
Cada tres y cada seis años nos la vuelven a aplicar; pero tenemos que volver a intentar.
Rompamos el círculo vicioso para convertirlo en virtuoso.
Perturbemos el ambiente. Volvamos a ser rebeldes e insumisos.
Rescatemos a México cuantas veces sea necesario. Sin cansarnos.
Volvamos a creer y confiar. Soñemos e ilusionémonos.
Los jóvenes están esperando una oportunidad. Construyamos con ellos un mundo mejor para todos.
No hay tiempo que perder. Cada día es crítico.
Nos espera un futuro con nuevas reglas de convivencia.
Luchemos por él con la mejor arma cívica: el voto.
¿Usted también cree que vale la pena votar?
Esa es una duda sustentable.