¿Pragmatismo o estrategia en la 4T?
Existe mucha efervescencia política producto de la época electoral que se avecina. Se ha desatado, de nueva cuenta, aquella vieja discusión política que se refiere a la elección de candidatos respetando el perfil ideológico del partido o sumar a sus filas la mayor cantidad de cuadros que puedan generar un triunfo no importando de dónde vengan, vaya pues, avocarse al pragmatismo sin ton ni son.
Y es que no es para menos, existen casos, particularmente en Morena, que han empezado a generar mucha fricción dentro de algunos sectores dentro del partido, y paradójicamente no es ahí de donde más vienen los cuestionamientos, sino de ciertas agendas políticas de las clases medias que han intentado influir en el discurso de la cuarta transformación.
¿Hay un exceso de pragmatismo desde la llegada de Mario Delgado a la presidencia del partido? ¿Es una estrategia impulsada por el sector más conservador de Morena que intenta a toda costa detener el avance un sector más progresista? Para empezar quizás estas perspectivas, sin dejar de estar ahí con todos y los excesos de las expresiones, no son hoy las preponderantes, para ello entonces habría que plantear los escenarios que están por venir dentro de la disputa del año 2021, que no sólo se enmarca en él, sino que pone las condiciones de lo que siga con este movimiento de regeneración nacional, es decir, con el cambio de régimen por el que se está apostando en esta vía democrática.
En esta tesis que trato de desarrollar, pone como fundamento la ruta que trazó el presidente López Obrador siendo candidato, y que ha mantenido durante el primer tramo de su periodo presidencial, y es que prometió que los cambios constitucionales vendrían después de los tres años de gobierno.
Avanzar en este proceso, que llevaría a revertir lo realizado por el neoliberalismo, no resultará nada fácil, ya que para ello se necesitan, al menos tener las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, de igual forma en la Cámara de Senadores. Pero, además, se olvida regularmente en este tipo de discusiones, que los congresos locales deben de aprobarlo, es decir que por lo menos 16 congresos deben aceptar los cambios constitucionales, si es que estos se llegasen a dar.
Y es que aquí está uno de los problemas más complejos, mantener el consenso dentro de una clase política que aún no se ha formado con base a los principios de este movimiento, al contrario, es una clase política que en su conjunto provienen de pactos que les permitieron márgenes de maniobra dentro de sus localidades, y que están hoy en día al mejor postor.
Atravesar por esta complejidad, requiere de ir tejiendo muy fino tanto en las alianzas que se van generando como los objetivos que se necesitan lograr, y uno de ellos es revertir la contrarreforma energética. Por eso la mirada no sólo está puesta en lograr la mayoría en la Cámara de Diputados, sino que también requiere ganar el mayor número de gubernaturas.
Ese es unos de los objetivos, pero dada la contradicción que se generará en el escenario de un cambio constitucional, que fue la joya de la corona del sexenio peñanietista, y que fue uno de los principales objetivos que se trazaron desde Salinas.
Es decir, hoy en día el actual gobierno de la república está parado dentro del marco jurídico que produjo el neoliberalismo, está atado por así decirlo a los acuerdos que se hicieron a espaldas de la sociedad, y que despojaron de buena parte de la riqueza nacional concentrándolas en las manos de privados.
En este choque de proyectos que se dará una vez instalada en septiembre la nueva Cámara de Diputados, habrá demasiada presión tanto al interior del estado mexicano como al exterior. Quizás por ello, la ruta que se ha seguido es justamente, acordar con grupos políticos de los estados locales para permitir una maniobra mayor.
No ha sido nada fácil la relación con los gobernadores de oposición desde Palacio Nacional, de hecho, de forma anticonstitucional y con tintes golpistas se formó la Alianza Federalista que dirigió sus baterías contra el pacto federal. Esta inestabilidad que ha provocado la oposición parte del hecho que piensa que puede arrebatarle al centro de la república ciertas decisiones que los harían independientes. Disminuir el poder presidencial es clave para sus intenciones.
Es así como queda claro que es importante disminuir los miembros de este nuevo club separatista en sus aventuras, más aún cuando lo que viene es un cambio en materia energética.
Pero eso no es nada más el escenario que habría que vislumbrar, hay un nuevo gobierno con nuestros vecinos del norte. La defensa que hizo el presidente López Obrador para no incluir temas energéticos en el TMEC tenía que ver prácticamente con este intento que se buscará realizar.
Durante la redacción de la contrarreforma energética, muchos senadores sabían que los detalles de ese proceso no se realizaron en Los Pinos sino más bien se dieron bajo presiones de capitales americanos dispuestos a dividirse PEMEX, es por ello por lo que fue un factor clave el apoyo de ciertos sectores políticos de aquel país en la definición del despojo nacional.
Ya existen voces dentro del partido demócrata que ponen como una de sus estrategias principales saltarse las negociaciones con el gobierno federal en los temas binacionales y centrarse en la relación con los gobernadores, y desde ahí fortalecerlos para ponerle un alto al presidente López Obrador y el proyecto de la cuarta transformación.
Mantener, ya sea bajo ex priistas o diferentes figuras polémicas, diálogos a través de apoyarlos para debilitar a los sectores más conservadores o incluso apoyar a los partidos pequeños satélite de Morena, parece ser una tarea con riesgos, ya que en efecto no existe una formación de cuadros que pueda sostener el proceso a larga duración, que es justo lo que hay que empezar a construir en la base social que acompaña a este movimiento.
En otras palabras, de nueva cuenta, lo que está de por medio es la correlación de fuerzas, y el jugador de ajedrez electoral más experimentado del país está echando su partida.