Se pierde identidad

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En los años cincuenta del siglo pasado Puerto Vallarta nació con grandes atractivos para el turismo: casitas de teja, una plaza de armas frente al mar, un panteón dentro de la ciudad, con una parroquia y una torre coronada, con varias escuelas dentro del pueblito. 

Era verdaderamente un hermoso pueblito mexicano que invitaba a vivir aun cuando estaba lleno de necesidades, pésimo sistema de drenajes, abundante agua sin planta de tratamiento, solamente un teléfono para hablar al exterior del pueblito.

Puerto Vallarta estaba lleno de carencias, sin embargo, llamaba mucho la atención porque además de otros atractivos a orillas del rio Cuale, docenas de mujeres lavaban su ropa en una piedra durante el día. Solamente un puente comunicaba al Vallarta de uno al otro lado del río.

Por las noches también a orillas del río docenas de mujeres: “las polleras” llenaban el lugar con braceros y mesas donde la gente consumía el producto.

No existía un palacio municipal, el alcalde en turno gobernaba frente a la plaza de armas en una casa, que casi abarcaba toda la cuadra, que además servía como cárcel. 

Las oficinas de todos los departamentos se confundían entre los escritorios, inspección de policía, juzgado, obras públicas, en fin, todo lo administrativo en ese mismo local con puerta a la plaza de armas.

El comercio en la calle Benito Juárez era de solamente una cuadra, un banco ejidal, una tienda de las Fábricas de Francia, otra tienda parecida a una talabartería donde lo mismo se vendían arreos y sillas para caballo, cintos piteados, artículos para herrería, carpintería. En fin, se vendía de todo. 

Gente de las orillas del pueblito intercambiaban en ese lugar gallinas, puercos de engorda porque además se carecía de dinero. Fue sin duda un pueblo lleno de necesidades.

Por mar llegaba desde Manzanillo o de otros sitios del pacifico implementos que se necesitaban para el desarrollo.

Frente al mar había un faro que aún se conserva, una casa grande donde se conservaba lo que llegaba del barco, precisamente donde hoy existe un restaurante de hamburguesas, esa era la bodega principal, el barco descargaba frente a esta playa. Trabajadores sindicalizados en la CROM eran los que se encargaban de estas tareas.

Otros de los atractivos de esos tiempos eran los personajes que con una vara terciada en la espalda repartían y vendían el producto de lo que se extraía del mar. 

Hacían golpear el cuchillo contra la cubeta para vender su producto por todas las calles del pueblito, la originalidad del mismo pronto fue el gran atractivo para el turismo extranjero.

Artistas famosos del cine como Liz Taylor, Richard Burton, Peter O´toole, así como artistas nacionales llegaban a vivir a ese pueblito hermoso. 

Muy pronto todo se llenó de restaurantes, centros nocturnos y sitios que se convirtieron en iconos de identidad.

El restaurante Las Margaritas fue también el primer lugar habilitado como discoteca, la zona frente al malecón se llenó de restaurantes, frente a la plaza de armas joyerías y tiendas de diverso tipo.

Entre los personajes de ese tiempo fueron el ingeniero Guillermo Wulff, su familia y el famoso director de cine Walt Disney.

La fama de Puerto Vallarta creció, creció y creció, las autoridades del gobierno de Jalisco y del gobierno de la nación se dieron cuenta de los atractivos de Puerto Vallarta y se abrió la comunicación por la vía aérea, así como por carretera para enlazar a Nayarit con Puerto Vallarta. 

Fue como una explosión provocada por los atractivos de aquel pueblito que nació el siglo pasado.

¿Qué ha pasado?

Durante el gobierno de Luis Echeverría los atractivos de esta región enlazada con los pueblos de Nayarit determinó crear incluso la universidad del tercer mundo.

Al principio de los años sesenta llegó a Puerto Vallarta como candidato a la presidencia de México José López Portillo. 

Tocó a Juan José Loredo León el discurso de bienvenida para el candidato quien en forma imaginaria habló sobre una gran avenida de ingreso a partir del entonces hotel Posada Vallarta, que fue el primer hotel de gran turismo de este lugar, una avenida de cuatro carriles, una planta de tratamiento para no llenar el mar de todas las aguas negras como se hacía desde varios años atrás. 

Todo quedó en promesas, tocó al ingeniero Wulff crear varios pueblitos que conectaron a Puerto Vallarta con lo que hoy es Bahía de Banderas. 

Nunca se cumplieron las promesas de López Portillo, Puerto Vallarta creció con el esfuerzo de su gente hasta convertirse en lo que es hoy esta región.

Nos quedan muchas cosas en el tintero, pero lo principal es que con decepción vemos que aquel pueblito con casitas de techos de teja ya no es igual, esperamos, continuar este relato.

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