Crecimiento económico y felicidad

En un mundo donde el crecimiento económico y el ingreso son indicadores de progreso, surge una pregunta que ha sido y sigue siendo fundamental: ¿el dinero nos hace más felices?
La economía de la felicidad, un campo emergente dentro de las ciencias sociales, puso bajo la lupa esta cuestión, revelando hallazgos sorprendentes que desafían las nociones tradicionales sobre el bienestar.
Los estudios en economía de la felicidad demuestran que, si bien el ingreso tiene un gran impacto positivo en la felicidad, este efecto es mucho más modesto de lo que se podría pensar.
A nivel personal, un aumento en el ingreso permite satisfacer necesidades básicas y mejorar la calidad de vida. Pero una vez que se alcanza un punto de comodidad, los incrementos adicionales en ingresos tienen un impacto decreciente en la felicidad.
Por ejemplo, supongamos que una persona que pasa de ganar $10,000 a $20,000 al año experimentará un salto significativo en su bienestar. Pero, alguien que ya gana $100,000 y aumenta sus ingresos a $110,000 probablemente notará un cambio mucho menos perceptible en su felicidad.
Este fenómeno, conocido como rendimientos marginales decrecientes, nos sugiere que el dinero tiene límites en su capacidad para generar felicidad.
Diferentes estudios han demostrado que aquellos países con cifras de PIB más elevadas se caracterizan porque su población también tiene mayores niveles de felicidad. Esta magnitud se encuentra directamente relacionada con el ingreso per cápita de la población.
Los diferentes Estados tratan de proporcionar a sus ciudadanos una serie de servicios públicos que garanticen un determinado nivel de vida. Cuanto mayor sea el número de bienes y servicios proporcionados, mejores datos de felicidad se obtendrán debido a que la población superará con mayor facilidad las dificultades.
Las personas tienden a evaluar su bienestar en términos absolutos y compararse con los demás. Si en una sociedad todos aumentan sus ingresos al mismo tiempo, la posición relativa de cada individuo no cambia, por consecuencia, su felicidad tampoco.
Este efecto de comparación social explica el porqué, a pesar de un crecimiento económico, la felicidad puede estancarse. La economía de la felicidad demostró que el ingreso es solo una pieza del rompecabezas del bienestar.
Factores como las relaciones personales, la salud, el tiempo libre y el sentido del propósito juegan un papel igual o incluso más importante en la felicidad de las personas.
Si el objetivo es maximizar el bienestar de la población, los gobiernos deberían considerar no solo el crecimiento económico, sino también factores como la calidad de las relaciones sociales, el acceso a servicios de salud y la promoción de un equilibrio entre trabajo y vida personal.
La felicidad es un concepto complejo que depende de una combinación de factores materiales, emocionales y sociales. En lugar de perseguir únicamente el crecimiento económico, tanto individuos como sociedades deberían enfocarse en cultivar relaciones significativas, y encontrar un equilibrio que permita disfrutar de la vida más allá de los ingresos.