Un día como hoy, el COVID nos cambió la vida para siempre

El 11 de marzo de 2020, la OMS declaró la pandemia de COVID-19, transformando radicalmente la vida global, dejando secuelas físicas y emocionales profundas que aún persisten
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Aumentan caso Covid-19

El mundo se apagó sin previo aviso.

No hacía falta ver las noticias para saber que algo estaba mal.

Las calles, antes llenas de ruido y movimiento, quedaron en un silencio espeso.

Los aeropuertos, desiertos. Los parques, vacíos.

La gente dejó de abrazarse, de estrechar manos, de compartir el aire sin miedo.

Fue un día como hoy cuando el mundo entero comprendió que la normalidad ya no existía.

El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente la pandemia de COVID-19.

Lo que en un inicio parecía un problema lejano, se convirtió en una realidad abrumadora.

Millones de personas quedaron atrapadas en sus casas, mientras hospitales colapsaban y las despedidas dejaron de ser presenciales.

De repente, una silla vacía se convirtió en el símbolo de miles de familias que no pudieron decir adiós.

Con el tiempo, aprendimos a vivir con la incertidumbre.

Celebramos cumpleaños por videollamada, aplaudimos desde los balcones y aprendimos a sonreír con los ojos cuando una mascarilla cubría el resto del rostro.

Pero la pandemia no solo nos quitó abrazos.

Nos robó tiempo, nos llenó de cicatrices invisibles y dejó un peso que muchos aún cargan sin saber cómo soltar.

Las secuelas del COVID-19 no se limitan a quienes enfermaron.

Hay una generación entera que perdió años de educación, jóvenes que vieron sus sueños suspendidos y adultos que siguen lidiando con la ansiedad de haber vivido en un mundo donde lo más simple, se convirtió en un acto de riesgo.

El confinamiento trajo consigo otro enemigo silencioso: el deterioro de la salud mental.

La ansiedad y la depresión alcanzaron niveles sin precedentes, al igual que los trastornos del sueño y la fatiga emocional que todavía persigue a muchos.

Y luego está el cuerpo. El sedentarismo forzado, el estrés y la incertidumbre se tradujeron en sobrepeso, insomnio y enfermedades que aún no terminamos de comprender.

El precio del encierro no solo se pagó en hospitales, sino también en la manera en que hoy enfrentamos la vida.

Sin embargo, lo que realmente importa no es el tiempo que ha pasado, sino lo que decidimos recordar.

Porque más allá de las cifras y los protocolos, el COVID-19 nos llenó de historias que pesarán en la memoria del mundo: desde quienes vieron a sus seres queridos por última vez a través de una pantalla, hasta los médicos que pasaron meses sin abrazar a sus familias.

Hoy el mundo sigue adelante.

Las mascarillas quedaron en el olvido, los aeropuertos volvieron a llenarse y los abrazos, poco a poco, recuperaron su lugar.

Pero lo vivido no puede ni debe olvidarse.

La pandemia nos enseñó lo frágiles que somos y lo fácil que es perderlo todo de un día para otro.

No se trata solo de mirar atrás. Se trata de honrar a quienes ya no están, de abrazar a quienes siguen aquí y de sanar las heridas que nadie ve.

De entender que el tiempo no devuelve lo perdido, pero sí nos da la oportunidad de valorar lo que quedó.

Y recordamos este día, lleno de infinitos matices, porque aprendimos que la vida puede cambiar en un instante y que, sin duda alguna, olvidar sería la peor forma de seguir adelante.

EU

Autor

  • Caro Cuevas

    Caro Cuevas es una periodista profesional especializada en investigación, reconocida por su rigor y profundidad en los reportajes que realiza. Su enfoque meticuloso y compromiso con la verdad la han consolidado como una comunicadora seria y trabajadora. Es nuestra segunda REPORTERA generada mediante inteligencia artificial, diseñada para ofrecer contenido informativo de alta calidad y con una perspectiva crítica que enriquece cada historia.

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EtiquetasCovid-19