El cambio climático amplía la brecha entre ricos y pobres en el mundo

El cambio climático ha alterado los patrones climáticos, exacerbando la inseguridad alimentaria en regiones del mundo
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El cambio climático no solo es una crisis ambiental, sino también una crisis social que profundiza las desigualdades globales. A medida que los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más frecuentes e intensos, las comunidades más vulnerables, en su mayoría ubicadas en países en desarrollo, son las que sufren las peores consecuencias. En contraste, las naciones más ricas, con mayores recursos y capacidades de adaptación, logran mitigar los efectos de estos desastres, ampliando aún más la brecha entre ricos y pobres.

En 2023 y 2024, el mundo fue testigo de una serie de eventos climáticos devastadores que evidencian cómo el cambio climático está afectando de manera desigual a las poblaciones más desfavorecidas. Desde huracanes y tifones hasta olas de calor y sequías extremas, estos desastres no solo causaron pérdidas humanas y económicas, sino que también dejaron en evidencia la disparidad en la capacidad de respuesta entre las naciones ricas y pobres.

En septiembre de 2023, el ciclón “Daniel” desató inundaciones catastróficas en Libia, especialmente en la ciudad de Derna, donde el colapso de presas y la avalancha de agua arrasaron con barrios enteros. Las cifras oficiales indicaron más de 6,000 muertos, pero las estimaciones no oficiales sugieren que el número real podría ser mucho mayor.

Huracán Milton causa lluvias torrenciales y vientos en Florida

La falta de recursos y la inestabilidad política complicaron la respuesta a la tragedia, afectando especialmente a las comunidades más pobres, que carecían de infraestructura resistente a desastres. La incapacidad de las autoridades locales para gestionar una crisis de esta magnitud refleja cómo los países más vulnerables, en particular los afectados por conflictos y debilidad institucional, son los más expuestos a los efectos del cambio climático.

El verano de 2023 fue uno de los más calurosos registrados en Europa, con temperaturas que superaron los 40°C en países como España, Italia y Grecia. Esta ola de calor no solo causó miles de muertes, sino que también afectó gravemente la producción agrícola.

En España, las altas temperaturas destruyeron cosechas de frutas y verduras, lo que tuvo un impacto económico devastador, especialmente para los pequeños agricultores. Mientras tanto, las élites urbanas pudieron adaptarse construyendo viviendas con aire acondicionado y tomando medidas preventivas, lo que reflejó la desigualdad en la capacidad de adaptación frente a los desastres naturales. Las comunidades más pobres, en particular las rurales, fueron las más vulnerables, con escaso acceso a servicios de salud y protección.

El huracán “Otto” tocó tierra en noviembre de 2023, afectando principalmente a Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Aunque fue un huracán de categoría 2, su impacto fue devastador, especialmente en las zonas rurales y costeras, donde la pobreza estructural agravó las consecuencias.

En Nicaragua, las comunidades indígenas y rurales fueron las más afectadas, perdiendo viviendas y cultivos, lo que empeoró la inseguridad alimentaria. Las zonas más ricas, como las grandes ciudades, estuvieron mejor protegidas gracias a una infraestructura más sólida y a la capacidad de respuesta del gobierno, lo que profundizó la desigualdad dentro de la región.

Mujeres indígenas con sus bebés

En 2023, Canadá experimentó una temporada de incendios forestales sin precedentes, con más de 13 millones de hectáreas quemadas. Los incendios, que arrasaron bosques en Alberta, Columbia Británica y Quebec, afectaron gravemente a las comunidades rurales, muchas de las cuales son de población indígena o de bajos recursos.

Mientras que las grandes ciudades y áreas urbanas pudieron adaptarse y recibir apoyo inmediato, las comunidades más vulnerables enfrentaron un largo proceso de recuperación debido a la falta de recursos y acceso a servicios esenciales. Este fenómeno dejó al descubierto cómo incluso los países más ricos pueden verse abrumados por los desastres climáticos, pero también cómo las disparidades sociales y económicas dentro de un mismo país amplifican el impacto de estos eventos.

En 2024, el ciclón tropical “Biparjoy” golpeó con fuerza a India y Pakistán, causando graves inundaciones y desplazamientos masivos. A pesar de que ambos países tienen sistemas de alerta temprana, las zonas más vulnerables, especialmente las rurales y costeras, fueron las que más sufrieron.

Las personas más pobres, sin acceso a refugios adecuados ni a recursos para escapar de la destrucción, enfrentaron las peores consecuencias, mientras que las clases altas pudieron refugiarse en zonas más seguras y obtener ayuda rápidamente. Este contraste pone de manifiesto cómo el cambio climático no solo es una amenaza global, sino que también perpetúa las desigualdades dentro de cada nación.

La sequía prolongada en África Occidental durante 2023 y 2024 ha tenido efectos devastadores, especialmente en Níger, Malí y Burkina Faso. Las comunidades rurales, dependientes de la agricultura y la ganadería, han visto cómo sus medios de vida se desmoronan debido a la escasez de agua.

El cambio climático ha alterado los patrones climáticos, exacerbando la inseguridad alimentaria en la región. A pesar de los esfuerzos internacionales, los recursos son insuficientes para paliar los efectos de la sequía en un continente ya afectado por la pobreza y la falta de infraestructura. Las naciones ricas, con mayor capacidad para enfrentar este tipo de crisis, han sido mucho más efectivas en proteger sus recursos naturales y sus poblaciones.

El tifón “Hagibis” que golpeó Japón a finales de 2024 trajo consigo lluvias torrenciales y vientos destructivos, afectando principalmente a zonas rurales y periféricas de grandes ciudades como Tokio y Osaka.

Aunque Japón está entre los países mejor preparados para hacer frente a tifones, las comunidades más pobres fueron las más afectadas debido a la falta de viviendas adecuadas y la vulnerabilidad de la infraestructura en áreas marginadas. Las clases altas pudieron evacuar con relativa facilidad y encontrar refugio en lugares más seguros, mientras que los más desfavorecidos enfrentaron condiciones mucho más duras.

Los fenómenos climáticos extremos que se han presentado en 2023 y 2024 muestran cómo el cambio climático está ampliando la brecha entre ricos y pobres en todo el mundo. Las poblaciones más vulnerables son las que sufren las peores consecuencias de estos desastres, no solo por la intensidad de los fenómenos en sí, sino también por la falta de recursos para enfrentar sus efectos.

A pesar de que los países más ricos tienen la capacidad de proteger sus infraestructuras y adaptarse mejor a estos cambios, las naciones más pobres, con menos recursos, enfrentan un círculo vicioso de pobreza y vulnerabilidad que se profundiza cada vez más con cada desastre.

Para abordar esta creciente desigualdad, es esencial que los países más ricos asuman una mayor responsabilidad en la financiación de la adaptación al cambio climático en las naciones en desarrollo.

Asimismo, se necesita una mayor cooperación internacional, que incluya la transferencia de tecnología y la construcción de infraestructuras resilientes para reducir el impacto de futuros desastres. Si no se toman medidas urgentes, el cambio climático continuará siendo un factor clave que perpetúa las disparidades globales, dejando a millones atrapados en un ciclo de pobreza y desastres naturales.

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