Genaro García Luna y la necropolítica

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César Iglesias

La reciente condena del narcotraficante Genaro García Luna muestra un punto de quiebre en el entendimiento de la historia de las últimas décadas de la política mexicana. No fue posible su operación sin el silencio cómplice de los organismos de inteligencia tanto de México como de Estados Unidos. Más aún, su delicada y grave contribución a la fallida guerra contra el narco, que hoy queda más claro que, lo que fue más bien, fue una guerra de un cártel con el apoyo del Estado contra los demás cárteles para desde ahí controlar la economía criminal.

El caso García Luna no es un accidente en la historia política mexicana, tampoco es un individuo que pareciera ser un asesino solitario al margen de cómplices o cómo si no hubiese servido a un modelo de estado basado en el despojo, no debe entenderse pues como alguien que pudo actuar a margen del estado de derecho gracias a una actuación magistral, como si fuera un mentiroso que pudo lograr mentirle a todos a su alrededor sin que nadie supiera sus acciones. La manipulación mediática quiere llevar el tema a ese terreno. Peor, en algunos casos, los mass media siguiendo el principio de desinformación tratan a García Luna como un individuo que quedó atrapado por dichos y testimonios de narcotraficantes que estaban negociando una reducción de la condena. Bajo estas formas lo que se hace es eludir la responsabilidad.

El policía Genaro García Luna es una pieza clave para comprender el nivel de violencia actual que se vive en México. Estuvo involucrado en tres episodios clave que dan cuenta del deterioro del estado de derecho y de la antidemocracia autoritaria que le daba forma a la clase política mexicana de vuelta de siglo.

Recientemente la Fiscalía General de la República revelaba que, García Luna siendo agente del CISEN, el organismo de espionaje político del régimen neoliberal estuvo presente el día del magnicidio de Luis Donaldo Colosio. Fue él quien operó la salida del segundo tirador que la propia procuraduría de la época negaría una y otra vez, como si la bala fuese una bala loca y mágica que pudo haber atravesado desde varios ángulos el cuerpo del excandidato presidencial priista.

El convulso año 1994 fue clave para desmantelar el estado de bienestar mexicano y a los monopolios defensivos que operaban contra la dominación de Estados Unidos a México, fue el asalto al poder que el régimen neoliberal concretó para generar uno de los expolios más grandes a la riqueza nacional tan sólo comparado con la explotación que hizo la corona española en la conquista.

El despojo de la riqueza social nacional para canalizarlo a fondo de acumulación privada capitalista dependió de una violencia política y económica que erosionó la capacidad del estado para generar compensaciones a la lógica del mercado laissez faire, laissez pase, en donde el mercado defina muertos y heridos.

Quedarse con la riqueza del Estado mexicano requería acabar con las burocracias que había construido el PRI para que sus cuadros políticos controlarán la vida política y económica del país. El asesinato de Colosio fue tan sólo una parte de ese golpe de estado a una clase política que se aferraba a transitar al neoliberalismo. No hay que olvidar que es aquí en donde la mayor cantidad de la riqueza se concentra en manos de privados, incrementando históricamente la lista de multimillonarios en la lista de Forbes.

El policía Genaro García Luna fue clave la instalación de la seguridad pública de los gobiernos del PAN, es decir, la presunta transición democrática estuvo marcada por un narcotraficante que ya operaba desde la presidencia de Vicente Fox Quesada para el Cartel de Sinaloa según testimonios en el juicio que lo condenó a 38 años y 8 meses de prisión.

La configuración de la economía criminal tenía carta abierta dentro de la presunta transición democrática que no hizo más que borrar a la clase política priista que no aceptó adaptarse por completo al neoliberalismo. Además, asumió la construyó una clase política que estuviera lista para la joya de la corona la compra-venta de PEMEX y CFE.

La economía criminal daba la posibilidad de ir controlando paulatinamente territorio, mismo que era necesario para la expropiación de riqueza de recursos naturales estratégicos. Mismo que iban a parar a manos de privados criminales. La acumulación por desposesión fue una pinza, el estado que vendía todo empobreciendo a la nación al mismo tiempo que la economía criminal estaba presente en los territorios para garantizar que la protesta social no sucediera.

Está claro que la producción de pueblos fantasmas beneficia a los capitales que en un futuro vendrán a expropiar los recursos estratégicos, de tal forma que no exista resistencia a estos territorios. Este terror se dio ante todo como lo denunció el periodista Diego Enrique Osorno en la cuenca de burgos.

Ahí en donde los movimientos sociales se encontraban con mayor fuerza la represión se dio con los aparatos del Estado, ahí esta el caso Atenco, esto quiere decir, que mientras a los narcotraficantes se les permitió carta abierta para hacer crecer la economía criminal a los movimientos sociales que defendían el territorio se les reprimió porque estorbaban para la realización del despojo en esta nueva etapa de la acumulación capitalista. Esta lógica de seguridad nacional no fue nunca ajena a García Luna, desde la Agencia Federal de Investigación fue testigo y protagonista de primera línea.

Hubo dos movimientos sociales que se opusieron a esta tendencia, por un lado, el movimiento social que no estaba interesado en la lucha por el control del estado, y que en esos momentos se articuló al interior de la sexta declaración de la selva lacandona junto con el zapatismo, mismo que fue reprimido brutalmente.

El otro movimiento fue un movimiento que luchó por el control de estado, fue un movimiento estadocéntrico, este movimiento tuvo a movimiento sociales de izquierda en su núcleo, pero también priistas de viejo cuño que se negaron a alinearse a las políticas de despojo del neoliberalismo como lo fue la corriente democrática dirigida por Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano y que a partir del año 2000 dirigiría Andrés Manuel López Obrador.

El golpe de Estado preventivo dado en 2006 se debe entender desde esta perspectiva. Se le impidió la llegada al poder porque aún no se había instrumentado la reforma energética y corría en riesgo las reformas realizadas. La política de estado nacionalista fue bloqueada de tal manera que se generó un fraude electoral. La resistencia a este fraude electoral fue sumamente importante, ya que se mostró que se podría generar una transición pacífica. Esto se volvió un problema para la clase política.

El espurio de Felipe Calderón para lograr mantener el orden y la legalidad de su presidencia, ya que la legitimidad siempre estuvo en duda lanzó una guerra contra las drogas que hoy sabemos era la guerra del cártel de Sinaloa contra los demás cárteles. Lo que permitió el control de ciertas zonas para poder llevar a cabo las reformas neoliberales con las que se comprometió.

La necropolítica es la época de terror, violencia y despojo económico para trasladar fondo de acumulación social a fondo de acumulación privado capitalista con la economía criminal haciendo pinza para lograr mantener los mercados controlados a través de la violencia. Ese fue el trabajo y no otro de la historia del policía y narcotraficante Genaro García Luna. Es importante tenerlo en cuenta para la siguiente etapa social del país, que debe ser la urgente pacificación.

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