MAL MENOR
Foto: AFP
Duda sustentable
Nuestra economÃa cerró con graves sÃntomas el año 2019. Con la suspensión de actividades no esenciales y con el quédate en casa colapsó y está en terapia intensiva. Nuestra economÃa necesita oxÃgeno. No puede respirar.Â
Los Gobernadores y el Presidente lo saben. Esa BOA sà nos puede derrotar.
Los datos y los pronósticos de todos los paÃses son alarmantes. Tenemos una recesión económica encima. Por eso todos están reactivando sus economÃas, porque la salud de las personas aguanta hasta que las reservas económicas se agotan.Â
Es muy peligroso continuar con la parálisis económica; ningún paÃs puede darse el lujo de suspender la generación de riqueza por tanto tiempo. Detuvimos la producción pero el tiempo no se detiene; no para; es implacable; y somos millones los que vivimos al dÃa y necesitamos salir a trabajar, porque ahà está el sustento familiar. No podemos quedarnos inmovilizados más tiempo. Es imposible.Â
Desempleo, hambre, estallido social y muerte, serÃan el lamentable resultado de prolongar la suspensión de actividades.
Ante ese negro panorama, los Gobernadores y el Presidente enfrentaron el dilema ético del mal menor. AsÃ, decidieron el regreso a una nueva realidad.
A partir de junio, se ha iniciado una nueva forma de vida. Estamos regresando a las actividades cotidianas con nuevas reglas de convivencia.
Ese banderazo de salida ha sido fincado en nuestra responsabilidad personal y en el compromiso empresarial de incrementar los protocolos sanitarios.
¿En verdad elegimos el mal menor?
Parece que no hay ninguna duda. El retorno gradual y progresivo a las actividades cotidianas es lo que puede salvarnos de ambas crisis: la sanitaria y la económica. Se reactivan las cadenas productivas, se reanima la economÃa y disminuye la presión social de alto riesgo.Â
Y a partir de ahora, la clave para que esta reactivación sea exitosa, es la responsabilidad personal. Debemos cuidarnos extremando precauciones.
Hagamos un enérgico llamado para que, con excepción de los trabajadores de salud, todos aquellos que reciben dinero público se queden en casa. Jubilados, pensionados, maestros, burócratas, becarios, beneficiarios de programas sociales, todos, deben quedarse en casa. También aquellos que no tienen la necesidad de trabajar, quédense en casa.
Déjennos trabajar a quienes no nos queda de otra. Los que ya tengan el privilegio de un ingreso seguro, no salgan; no se arriesguen; no saturen los espacios vitales.  En estos difÃciles momentos que vive el paÃs, seamos solidarios.
 Es tiempo de levantar el ánimo nacional y mejorar nuestro destino común.
 ¿Aprenderemos a coexistir con el virus?
 Esa es una duda sustentable.