Fracaso populista

Desde el empresariado tenemos pendiente impulsar el talento para hacer crecer a la clase media, pilar de la economía en las naciones desarrolladas
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Fernando Castro

¿Populismo? La sola palabra nos asusta…  y es que lo vemos hasta en la sopa con Trump, Maduro, Milei, los independentistas catalanes, o hasta a los que hacen manifestaciones bloqueando el derecho al libre tránsito.

No sorprende que el presidente López Obrador se muestre tan molesto con el triunfo de Javier Milei. No es que sea “conservador, reaccionario”, como dice, porque esto no le molesta en su amigo Donald Trump. El problema es que la victoria de Milei es consecuencia del enorme fracaso de las políticas populistas del peronismo, y no de ahora, sino de muchas décadas. Una de las prácticas en Argentina fue otorgar dinero a los más necesitados.

El mundo ha visto surgir líderes populistas que buscan ganar apoyo popular soportándolo en el fracaso del neoliberalismo y apelando directamente a las emociones y aspiraciones de lo que ellos denominan “pueblo”, criticando a las élites y exagerando o mintiendo descaradamente para afianzar sus ideas. Hay que reconocer que el neoliberalismo tiene sus fisuras o grietas, ya que es un régimen que privilegia el incremento de los beneficios económicos en aquellos que hacen el esfuerzo y aciertan en el blanco del consumidor. Es decir, un “garbanzo de a libra”, claro que el camino no es fácil, sin embargo, las mieles del triunfo aparecen como símbolo del éxito.

Es común que los populistas ataquen al enemigo, al “innombrable”, a “la mafia del poder”, a “los empresarios”, una retórica anti–establishment que los empodera erigiéndose en los grandes y auténticos representantes del “pueblo”. De esta forma se señala al pueblo “quién” es el enemigo común y al cual hay que atacar. Como consecuencia se provoca una sociedad polarizada, dividida, una sociedad manipulable, débil y donde la inseguridad campea.

Todo esto, lo basan en un lenguaje emotivo, simple, repiten ideas y palabras para conectar con las emociones del “pueblo”. Lo que más empatiza es que hacen parecer que si las cosas no se han resuelto, es porque las “élites” no quieren resolverlas, pero nunca dicen “cómo se resolverán”. Se esparce la idea que los ricos acumulan en provecho de los pobres. Esto lleva a la mentira o a las verdades a medias, a “los otros datos”, a la post verdad y al nacionalismo irracional.

En México, ¿vivimos en un populismo? ¿populismo que polariza? ¿populismo que usa la post verdad como herramienta de manipulación? Sin duda el presidente identificó problemas legítimos, reales, donde muchas personas están siendo dejadas fuera, áreas, segmentos que no están incluidos en el crecimiento, en el desarrollo, en las oportunidades. Eso es absolutamente real.

El desplome empezó en el gobierno de Juan Domingo Perón, en la década de 1940, quien lanzó subsidios y dádivas que le generaron popularidad y le compraron votos, pero que han destruido gradualmente la economía. Muchas de las políticas de López Obrador son iguales o similares.

Los programas sociales y subsidios se consideran hoy derechos adquiridos por los grupos de interés de Argentina, quienes han señalado que se van a oponer a cualquier reforma que les quite privilegios. Sin esas reformas, sin embargo, el país seguirá desplomándose. Hoy ese país latinoamericano tiene una inflación del 140 por ciento anual y sigue subiendo.

Veamos el caso de aerolíneas argentinas, propiedad del gobierno. En 2022 registró su mejor resultado en 14 años, una pérdida de 247 millones de dólares. En 2021 la cifra fue de 439 millones de dólares; en 2019, antes de la pandemia, de 667 millones. Milei prometió privatizar la aerolínea, cosa que han rechazado los trabajadores, pero se las ofreció ahora para que sea operada como cooperativa, pero tampoco la quieren. La empresa ni siquiera se administra para beneficio del Estado. Le fue entregada a La Cámpora, una organización política kirchnerista, aunque los contribuyentes pagan los costos. Por ese camino irán la nueva Mexicana de Aviación militar y el Tren Maya.

Empresas como aerolíneas han llevado a la quiebra al Estado argentino. La inflación es solo un síntoma. La deuda pública asciende al 90 por ciento del PIB. El déficit fiscal, incluyendo la creación de dinero por el banco central, es de 10 por ciento del PIB. El gobierno debe 44 mil millones de dólares tan solo al FMI. Las reservas de divisas son de 10 mil millones, pero negativas, tras deducir las obligaciones de corto plazo. El gobierno no solo gasta más de lo que recauda; en 2008, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se robó las pensiones de los trabajadores depositadas en fondos privados, pero ya también este dinero se acabó.

No, los electores argentinos no se metieron un autogol: tomaron una decisión sensata al echar a los peronistas del poder. No sé si Milei tendrá la capacidad política para reconstruir Argentina, pero es absurdo permitir que siga el saqueo. A López Obrador le molesta tanto el resultado de las elecciones en Argentina que se ha negado a felicitar a Milei, pero porque sabe que las políticas que él está aplicando son muy similares a las que quebraron a Argentina. Desde el empresariado tenemos una asignatura pendiente de desarrollar e impulsar el talento para hacer crecer a la clase media, pilar de la economía en las naciones desarrolladas.

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