Rompen confinamiento por desesperación, ignorancia, necesidad o soberbia

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(Notimex).- Ante la emergencia sanitaria por el COVID-19, las personas experimentan el síndrome de abstinencia debido al confinamiento obligado que las lleva a un estado de privación y, de manera riesgosa, rompen el aislamiento a pesar de las advertencias, señala la psicóloga Claudia Ramírez quien explica por qué parte de la población no atiende las señales reales de peligro de contraer el coronavirus.

Además, para Alfonso Vallejos Parás, epidemiólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, esa conducta demuestra la falta de solidaridad con el resto de la gente, porque pueden ocasionar un problema de salud pública afectando a terceras personas.

En las semanas recientes se ha observado que en los llamados a quedarse en casa y mantener la sana distancia hay sectores de la población que han optado incluso por realizar celebraciones.

Está el caso de la hija de un senador de Morena que festejó un “baby shower” con familiares y amigos, saltándose las recomendaciones de la Secretaría de Salud y que, por si fuera poco, presumió el evento en redes sociales.

En mi opinión personal habla un poco de soberbia, creen que el dinero va a resolver el problema, aquí en la Ciudad de México también los hospitales privados están llenos.

 “El COVID-19 nos afecta a todos independientemente del estrato socioeconómico al que pertenezcamos”, advirtió el experto en enfermedades infecto-contagiosas como el dengue.

Los académicos indican que ese comportamiento tiene una explicación que refiere a la incredulidad de la gente en cuanto a lo letal que resulta el SARS-CoV-2; piensan que en su entorno inmediato las condiciones son seguras, que no se infectarán y se arriesgan a los contagios.

Porque quieren saciar esa necesidad de estímulos agradables, es una de las razones. Puede haber diferentes motivaciones que generen o no una conducta. Es algo muy conductual cuando nosotros, en nuestra vida diaria, recibimos diferentes estímulos placenteros, como ir al cine, al restaurante.

 “Cuando entramos al confinamiento, es una etapa restrictiva de estímulos positivos para hacer nuestra vida más placentera y de repente no los tenemos”, añade Claudia Ramírez, quien se desempeña como académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina.

Hizo un símil con el de un roedor que es privado de alimentos y agua, que cuando llegue el momento beberá líquido contaminado aunque le haga daño.

El ejemplo aplica para los humanos, porque además se carecen de las herramientas emocionales que le preparen para un periodo de confinamiento obligado.

Puede haber otras personas a nivel cognitivo que no creen que contagiarse del COVID-19 sea una amenaza real. Ellos piensan que no los van a contagiar amigos, familiares, porque creen que están sanos.

 “‘En el transporte público, o en algunos otros contextos de los que no formo parte, puede que sí. Pero en este mi contexto estoy dentro de mi ambiente’, así piensan y se arriesgan”, señala la experta.

Apunta que es distinto en aquellas personas que salen por necesidad a trabajar y no importando el nivel socioeconómico o cultural son cuidadosas y toman las precauciones para no afectar a su familia al regreso a sus hogares.

No creo que a veces tenga que ver el nivel socioeconómico, hay comunidades en Oaxaca, en otros poblados, que se estaban cuidando muy bien y siguiendo indicaciones.

 “No podemos restringirlo ni a un género ni un sexo o un status socioeconómico, incluso al nivel académico, personas con alto grado de estudios creen que esto es una farsa, que no es real”, coinciden ambos especialistas.

Ramírez reitera que quienes incurren en estas conductas es porque están “en la búsqueda de saciar estímulos placenteros y positivos. O porque hay distorsiones, dicen: ‘tengo creencias, pueden no ser lógicas’, la mente es increíblemente preciosa”, añade al puntualizar que las personas terminan por creer lo que su cerebro les indica, aunque estén equivocadas.

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