Los tiempos de antes regresaron a Michoacán

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18 muertos el fin de semana.

Tres bares incendiados en una zona exclusiva de Morelia.

Balaceras simultáneas en Buenavista, Tepalcatepec y Uruapan.

Dos degollados en el Montoso.

Seis hombres asesinados en Chinicuila, a tres de los cuales los calcinaron por completo.

A dos años de la intervención del narco en las elecciones estatales, los tiempos de antes regresaron a Michoacán —y lo hicieron de la mano de los mismos de antes.

En la madrugada del 11 de marzo, cinco encapuchados rociaron gasolina, lanzaron bombas molotov y dispararon armas de fuego en contra de los bares Vertical, Mint y Luv, ubicados al sur de Morelia, una ciudad que se encuentra totalmente copada por la extorsión y el cobro de piso.

De acuerdo con autoridades locales, los propietarios de esos establecimientos ni siquiera se presentaron a denunciar. “De ese tamaño están las cosas: el resultado de los acuerdos que el gobierno del estado hizo con los poderes fácticos”, denuncian grupos empresariales.

En junio de 2021 se documentó y denunció la actuación de grupos de la delincuencia organizada que tomaron posesión de casillas ubicadas en diversos municipios, sobre todo de la Tierra Caliente, para favorecer el triunfo del morenista Alfredo Ramírez Bedolla.

Todo esto ocurrió en Múgica, Gabriel Zamora, La Huacana, Salvador Escalante, Régules, Lázaro Cárdenas, Lombardía, Coalcomán, Aguililla, Briseñas, Cotija, Tangamandapio y Uruapan.

Los grupos criminales tomaron posesión de territorios enteros.

El 10 de marzo el estado comenzó a arder. Ese día se reportó el hallazgo de una camioneta incendiada en las proximidades de Chinicuila, en la carretera Coalcomán-Colima.

Ahí había cuatro hombres tendidos sobre el suelo, como he dicho, tres de ellos totalmente quemados. Dos cuerpos más, vestidos con ropa de camuflaje, aparecieron a unos metros, dentro de un campamento en el que había equipo del Cártel Jalisco Nueva Generación.

A la misma hora se desataban balaceras de hasta dos horas de duración en Buenavista, Tepalcatepec y Uruapan: en esta última ciudad, enfrentamientos ocurridos en colonias como Tejerías y Río Volga dejaron tres muertos y siete heridos.

Hace apenas un mes, más de mil personas huyeron de Chinicuila, Coalcomán y Aguililla, entre otros municipios, y buscaron refugio en Coahuayana.

Para muchos de ellos el infierno había comenzado en septiembre pasado, cuando tres camionetas blindadas del Cártel Jalisco, a cuyo frente iba un lugarteniente apodado El Toreto, entraron a sangre y fuego en Villa Victoria –la cabecera municipal de Chinicuila.

Los sicarios provocaron la huida de unas 300 familias, que de un momento a otro lo perdieron todo.

Según fuentes oficiales, los integrantes del crimen organizado que se disputan la zona suelen establecer bases de operaciones en pequeños poblados.

En esos sitios, las casas y las rancherías son arrebatadas con amenazas o con lujo de violencia a sus legítimos propietarios. Ahí, comunidades enteras han quedado vacías. Algunas otras han perdido hasta a la mitad de sus pobladores, quienes se ven obligados a desplazarse a Colima, Jalisco y otras entidades vecinas, dejando tras de sí fachadas balaceadas, puertas tumbadas, muebles destrozados.

Las autoridades de Coahuayana han declarado que no tienen capacidad para albergar a tan alto número de desplazados: mexicanos que viven prácticamente en la calle en tanto se buscan un destino y esperan una solución.

Mientras la guerra entre el Cártel Jalisco y Cárteles Unidos (aliado de “El Mayo” Zambada) incendia varios municipios, la gente de Aquila, Chinicuila, Coalcomán, Tepalcatepec, Buenavista, Apatzingán y Uruapan, entre otras ciudades y poblados michoacanos, vive bajo el imperio del narco, a merced de la extorsión, el cobro de piso, el despojo, el homicidio y el secuestro.

A Michoacán regresaron los tiempos de antes. Ojalá alguien distrajera al presidente de sus odios políticos y le pidiera que volteara a verlo. Las vidas de miles están en juego.

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