La inflación, el peso y las remesas en un nivel histórico

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Este febrero de 2023 es un mes lleno de contrastes para los indicadores macroeconómicos de la economía mexicana. Se tiene una inflación en enero de 2023 del 7.9%, cifra no vista desde el año 2000. 

Además las cifras de cierre para el año 2022, colocan a este año como el de mayor captación de inversión extranjera directa superando el histórico 2013, con la venta de Grupo Modelo, aunque cabe mencionar que este año también hay una fusión poco común entre Televisa y Univisión, que contribuyó con casi 6 billones al récord. 

Esto, combinado con dos años con incrementos históricos en las remesas, que pasaron de poco más de 40,000 millones en 2020 a 55,800 millones en 2021, y llegaron a más de 58,000 millones en el 2022. Además con un tipo de cambio a la baja, casi llegando a los 18 pesos por dólar, nivel visto durante algunos meses de 2018 y 2016. 

La contradicción llega con una TIIE 28 días que está a punto de llegar al 11%, cifra no vista desde la reapertura de los mercados el 14 de septiembre de 2001, unos días después de los atentados ocurridos en Nueva York, Estados Unidos.

¿Qué significa todo esto para el quehacer cotidiano? México está viviendo la tormenta perfecta, por un lado hay mucho dinero ingresando al país en ambos extremos de la economía, tanto en el consumo de las familias (las remesas) y en la inversión de las empresas (inversión extranjera directa); el anuncio de la inversión de Tesla confirma la confianza en el país, pero tanto dinero con poca capacidad productiva sin utilizar y con la falta de una política de desarrollo seria que permita la adquisición de materias primas y otros suplementos del extranjero, nos encontramos con una economía que atraviesa un nivel histórico de inflación, sobre todo en la subyacente y en particular en servicios. El Banco de México ha reaccionado elevando las tasas para tratar de evitar el desbordamiento de la economía mexicana. 

¿Por qué es una tormenta perfecta? La economía mexicana ha disfrutado durante 25 años, de las depreciaciones del peso para compensar que la productividad de las empresas mexicanas está por debajo de las empresas de nuestros principales socios comerciales como Estados Unidos y Canadá.

Las depreciaciones habían logrado que los productos mexicanos siguieran siendo atractivos en el mercado internacional al hacerlos más baratos, pero ahora estamos pasando por lo contrario, los productos mexicanos son cada vez más caros y esto va a acarrear una caída en las exportaciones. 

Agregue que los créditos caros están desalentando a las empresas mexicanas a pedir prestado, entonces no se invertirá en proyectos que aumentaría su capacidad productiva en el futuro. El tipo de cambio está incentivando el consumo de productos extranjeros lo que puede agravar más la situación para las empresas que ya están dejando de invertir, también están dejando de vender lo que deberían. 

El fenómeno de las remesas es bastante impredecible y en cualquier momento puede retroceder a niveles de 2020 o antes. Lo mismo pasará con la inversión directa extranjera, que en cuanto ocurra algún evento huirá a resguardarse en Estados Unidos o mercados similares. Entonces la economía mexicana estaría en un lugar muy conocido, en una recesión, con desempleo, empresas que necesitan reestructura, un dólar caro tras la salida de los capitales extranjeros y un ciclo vicioso difícil de frenar. Aunque hay que reconocer, que cada día, existen menos indicadores que sustenten este escenario en el corto plazo, pero no se descarta.

¿Es inevitable? No tiene que serlo. La experiencia de crisis anteriores y los avances en los últimos 20 años nos dan herramientas que pueden servir para salir de la trampa. Por una parte es importante frenar la inflación que están provocando las remesas, ya sea con restricciones, con impuestos o con algún otro mecanismo, hay que desalentar el ingreso de este dinero que sólo alimenta a la inflación y poco hace para propiciar la inversión o el ahorro para el mediano y largo plazo.

Las empresas no deben perder de vista la necesidad de invertir y, tanto el sector público como el privado, deben apoyarlas para que la capacidad productiva en el mediano plazo no sea disminuida, pero con mucho cuidado de que realmente se esté invirtiendo en sectores con perspectivas positivas y demandas sólidas.

A su vez, el nearshoring es una oportunidad para trabajos con mejores sueldos. El problema es que los jóvenes no desean emplearse en la oferta laboral tradicional. Para la inversión extranjera si está entrando a los mercados financieros tiene que ser convertida a pesos, con el nivel actual del súper peso, son “pocos” los pesos que reciben por cada dólar y después tendrán que obtener muchos pesos para comprar dólares que puedan llevarse. En este caso el propio mercado regulará la salida ordenada de los capitales. 

Algunas lecciones que nos deja la coyuntura actual para todas las empresas son muy interesantes. Por ejemplo, que es importante evitar los créditos con tasa variable, que hay que buscar coberturas como los SWAPS para tener una tasa fija y así no estar a merced de los ciclos económicos que pueden duplicar la tasa de referencia en tan sólo 12 meses.

También es importante recordar a las empresas que tienen ingresos principalmente en divisas que sus precios deben fijarse y cotizarse en pesos y, que los dólares que se estiman tener también pueden asegurarse con coberturas para garantizar el tipo de cambio. Aunque no sea común el peso se puede apreciar y provocar faltantes de liquidez, pues ahora hay empresas que presupuestaron un dólar a 20 o 21 pesos que están teniendo un 10% menos de pesos. Ese faltante lo tienen que cubrir penalizando a sus utilidades. 

Los riesgos financieros son reales y a pesar de los episodios mundiales que han ocurrido, la cultura financiera de prevención sigue siendo baja. Las coberturas se perciben como un costo innecesario, ya que es imposible que pase todo lo que estamos viviendo hoy en día. Es fundamental recordar que cada empresa tiene un objetivo, las constructoras construyen, las fábricas manufacturan y las entidades financieras son las únicas que deben administrar los riesgos financieros.

Las coberturas como los seguros no se compran para usarlos o porque esperamos que nos generen una utilidad, al contrario se compran con la esperanza de nunca usarlos. El hecho es que si no se utilizan, entonces todo salió bien y el proyecto de inversión o la empresa está en un entorno favorable como lo presupuestamos. 

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