7 de septiembre: el aniversario que no cesa

Cada relación tiene su geografía secreta. Hay mapas invisibles que solo los amantes conocen, rutas que se recorren a tientas, con las manos y el corazón. Pero cuando la historia termina —porque toda historia, incluso la de los amores más intensos, termina o muta—, a veces queda un lugar, una fecha, un punto fijo en el calendario que nos recuerda lo que fuimos. El “7 de septiembre” es ese faro. No uno que guía, sino uno que ilumina lo que fue y, con suerte, lo que aún puede permanecer.
La canción que Nacho Cano escribió hace más de tres décadas, no es solo un homenaje a un aniversario de pareja que ya no existe. Es, en el fondo, una lección emocional: que hay vínculos que merecen sobrevivir a su naufragio. Que se puede reconfigurar el amor, cambiar su forma, resignificarlo sin negarlo. Que no todo debe terminar con un portazo.
Cano y Coloma Fernández Armero se amaron, pero también supieron despedirse sin destruirse. “7 de septiembre” es la postal de ese acuerdo emocional. Una fotografía sonora que nos dice que se puede seguir queriendo a alguien desde otro sitio. Que los afectos pueden transitar de la pasión a la ternura, del deseo a la complicidad, sin que eso implique traición o derrota. ¿Cuántas relaciones logran eso?
La mayoría de nosotros no. Cortamos por lo sano, quemamos cartas, bloqueamos números, enterramos canciones. Pero hay quienes se permiten recordar. No desde la nostalgia vacía, sino desde el agradecimiento. Porque hubo un tiempo en que fuimos felices, y eso debe bastar para no odiar. Para no borrar.
La letra de “7 de septiembre” no es un inventario del dolor ni un ejercicio de autocompasión. Es una celebración suave de lo que quedó. “Es nuestro aniversario y no sabemos si besarnos en la cara o en los labios” dice Ana Torroja, como quien camina por una cornisa emocional. Ese limbo entre lo que fue y lo que podría haber sido, se convierte aquí en terreno fértil para el arte. Y para la paz.
Esta canción es también una crítica sutil a la cultura del desecho. A esa idea moderna de que lo que no funciona debe romperse. Que si ya no se ama igual, se debe olvidar por completo. “7 de septiembre” propone lo contrario: quedarse con lo valioso. Hacer memoria sin hacer daño. Volver de vez en cuando a ese lugar donde alguna vez fuimos otro con alguien más.
Recordar no siempre es revivir. A veces es simplemente honrar. Y en ese sentido, esta composición de Mecano sigue siendo una brújula para quienes buscan cómo seguir adelante sin renunciar al pasado. Porque como dice el lugar común —y a veces los lugares comunes son también grandes verdades—, quien olvida su historia, está condenado a repetir sus errores.
Así que hoy, un año más, celebramos este aniversario ajeno como propio. Porque todos hemos tenido un 7 de septiembre. Y todos, en el fondo, quisiéramos haberlo sabido sostener con la misma elegancia con que Nacho Cano escribió su canción.