25 de noviembre, Día Internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer

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A Daniela Ledezma la encontraron por que sacó un brazo de la tumba clandestina donde la depositaron sus agresores. Ese último acto de Daniela recuerda lo que Minerva Mirabel dijo: “Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”

La violencia contra la mujer nos ha hecho más fuertes; estamos aprendiendo a usar el miedo como instrumento de fuerza, hemos decidido ya no callarnos, comenzamos a salir a las calles a exigir el respeto a nuestros derechos; hoy, las mujeres en el mundo gritamos que somos seres humanos y que no queremos vivir en un mundo de violencia.

Resulta de momentos inauditos estos reclamos en pleno siglo XXI, resulta bizarro que las mujeres luchemos por cuestiones tan sencillas como la de vivir sin miedo.

Las estadísticas de las autoridades, aun en sus sesgos autoritarios, dan a conocer que la situación de la mujer en México sigue siendo enormemente desigual: mujeres violentadas en casa; mujeres violentadas en la calle; mujeres violentadas en la escuela; mujeres violentadas en los espacios laborales; mujeres violentadas en todos y cada uno de las actividades humanas: ciencia, artes, deporte, cultura, familia, trabajo, recreación, vida privada.

La sociedad ha normalizado la violencia a un grado tal, que resulta difícil determinar donde dentro de un espacio hay hábitos sanos y donde inician los violentos: bromas, chistes, piropos, acosos, hostigamientos, limitaciones, reducciones a la libertad, dobles cargas laborales, esquema de cuidados de enfermos, cargas estereotipadas de roles han sido normalizadas y trasmitidas por generaciones que ya nos cuesta distinguir estas desigualdades.

Las mujeres somos objeto-sexo, objeto-consumo, objeto-posesión, objeto-cuidado, objeto-placer; nos han reducido a objetos disponibles en cualquier mercado y esfera social, y como objetos, se nos ha quitado la voz, la conciencia, la voluntad y en los casos extremos de violencia, la vida.

Se nos exige el cumplimiento a pie juntillas de los roles “femeninos”: si nos casamos, tenemos que tener hijos y ser las cuidadoras de la familia; si trabajamos, solo podemos aspirar a los puestos donde no se toman grandes decisiones y con menos paga; como mujeres, se nos exige cumplir los parámetros de belleza que los varones consideran excelentes: un cuerpo de Barbie, siempre jóvenes, siempre maquilladas y con ropas que enmarquen las diferencias corporales, siempre dispuestas, siempre calladas, sin estudios, sin amigos, sin vida propia, destinado nuestra existencia al cuidado y placer del compañero.

El 25 de noviembre tiene que ser un día que permita la profunda reflexión social de la situación de la mujer en cada comunidad; tenemos que pasar de ser “la cosa más bella del universo” a ser reconocidas como personas completas. En esta reflexión es necesario que todos los actores sociales intervengan de manera responsable y propositiva: las asociaciones, las escuelas, la academia, pero sobre todo, la autoridad, ya que es ella quienes tienen la obligación de proporcionar a las mujeres todos los elementos necesarios en cada comunidad para tener una vida libre de violencias y sobre todo, es quien brinda a la mujer la irrenunciable posibilidad de acceder a la justicia en aquellos casos donde nuestros derechos han sido violentados; sin embargo, desgraciadamente, esta justicia a las mujeres es lenta en el mejor de los casos, ya que la mayoría de las mujeres, tienen que enfrentarse a la propia violencia institucional para poder acceder a la justicia. Casos en Vallarta hay muchos: Daniela Ledezma, Lupita Becerra, María Esther, Iris, Alexia, Xochitl, María de Lourdes, Rosalina, Erika Cueto, María José son algunos de los casos donde las familias tienen que salir todos los días a buscar justicia para sus mujeres asesinadas o desaparecidas.

Es espantoso que 12 mujeres hayan sido asesinadas en Vallarta en lo que va del año y es horrorosa esta cifra si vemos que esta va en aumento; es espantosa la cifra de mujeres y niñas que son violadas y también va en aumento. Y es más espantoso saber y corroborar que las autoridades siguen teniendo políticas públicas tibias; políticas sin entrar en el problema: los agresores. Nuestras instituciones siguen poniendo la culpa de las violencias en los hombros de las mujeres, el machismo en toda su expresión desde las instituciones encargadas de protegernos. En memoria de quienes han perdido la vida por ser mujer, para dar voz a quienes ya no la tienen, para escuchar a quien no se escucha, los esperamos en la cruz de las confluencias de Avenida Francisco Medina y Libramiento a las 6 de la tarde.

Mientras se siga viendo normal la violencia, mientras las mujeres no recuperemos nuestros derechos, en Vallarta, en Jalisco, en México, nos seguirán matando.